7. GRACIAS, TÍA ABUELA DE TÍA MAY

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Peter alucina cuando Tony le enseña la mansión de arriba abajo. Ya había oído hablar de ella anteriormente, sobre todo por parte de la prensa. Inclusive había visto fotos de cómo se veía desde fuera, pero no le hacen justicia alguna.

No le extraña que Tony quiera estar allí. Es un lugar enorme, con preciosas vistas desde todas las cristaleras y que se antoja infinitamente acogedor.

—Y aquí dormirás tú—le dice Tony, acabando el tour en una de las habitaciones.

No ha podido evitar morirse un poco por dentro al ver los gestos de sorpresa del chico cada vez que le enseñaba una parte de la casa.
Tony tiene que admitir que se ve adorable. No hay nada de malo en verle de aquella manera, ¿verdad? Es sólo reconocer que el chico puede llegar a ser muy tierno en ocasiones, únicamente con los gestos que adopta mientras observa lo que acontece a su alrededor.

Y ahora le enseña la cama individual del cuarto donde se hospedará.

Porque te vas a hospedar aquí solo, Peter. Dormirás solo, y no volverás a lamerme la entrepierna como en la fiesta porque eres un niñato de veinte años y yo un cincuentón que se tiñe las canas, y no estaría bien.

Por si no ha quedado bastante claro.

—Voy a dejarte solo para que deshagas tus cosas—le indica—. Tienes ese armario para guardar la ropa, y ese mueble para el resto de cosas. Puedes dejar tus cosas de aseo en el baño que te he enseñado antes. Si necesitas algo, estaré en la sala principal.

Cierra tras él, dejándolo solo. Peter coloca la maleta sobre el colchón y la abre, comenzando a sacar sus pertenencias.
Abre el armario y comienza a guardar la ropa que tía May dobló y colocó cuidadosamente.

Jamás podría decir que se alegra de que la tía abuela de su tía se haya puesto muy enferma, pero le gusta que la situación le haya llevado hasta allí.

Ahora puede disfrutar de la compañía del señor Stark, a quien hacía demasiado tiempo que no veía.

¿Cuánto? ¿Dos meses? Ha perdido la cuenta. Intentaba hablar con él muchas veces, pero siempre atendía Pepper, alegando que Tony estaba muy ocupado.

No se lo ha dicho a nadie, pero la ausencia le ha dolido. Y lo ha hecho porque a Peter, en secreto, le gusta el señor Stark. Siempre le gustó, desde que era un crío.
Primero, comenzó sintiendo una profunda admiración y una fascinación más digna de un fanboy, pero ahora es algo más fuerte que le invita a buscar su presencia cada vez que puede.

Y haberlo intentado tanto, durante el último periodo, y no haberlo conseguido, le ha dolido muchísimo.

Aún recuerda lo sucedido durante la fiesta de cumpleaños de Stark. Y se avergüenza demasiado cuando lo piensa.

¿Cómo pudo ser capaz de hacer algo así? Ah, claro, porque bebió demasiado. Sabía que el juego de Quill de beber si te reías no iba a salir nada bien.

Tony ya le dejó claro que no quiere nada. Aquella mañana, la siguiente a la fiesta, durante el desayuno.

Eso no ha pasado, o algo así le había dicho. Y no quería volver a hablar del tema.
Supone que él, al estar también borracho, se había dejado llevar y se arrepentía de ello, seguramente por la diferencia de edad.

En el caso de Stark, Peter sabe que lo ve como un desliz.
Y eso duele. Joder, duele demasiado.

Porque para él ha sido el desliz más sincero de su vida.

Ni siquiera lo llamaría como tal. Él ya sentía cosas, cosas que jamás habría sacado a la luz de no ser porque el alcohol le desinhibió.
No fue la mejor forma de declararse, sin duda, pero sí la más directa. La que su instinto le pidió en esos momentos.

Peter Parker siempre admiró a Tony Stark. Por eso, cuando aquella araña radioactiva le picó, proporcionándole sus poderes, se había convertido en Spider-Man.

Él quería ser como Iron-Man. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y la suya era ayudar al mayor número de personas posibles. Luchar contra el mal instaurado en el mundo que le había tocado vivir.

Y todo eso le había venido inspirado por la imagen del Hombre de Hierro, por su valentía y su entrega a lo que consideraba que era bueno.

Que le hubiera reclutado, a la edad de quince años, para formar parte de aquel grupo de superhéroes, había sido todo un sueño para él. Convertirse en su pupilo, la guinda del pastel.

Peter le está muy agradecido por todo lo que le ha enseñado, por todo lo que han compartido juntos.

Sobre todo, por ayudarle con aquel problema psicológico que le tuvo tan sumido en la oscuridad.

¿Cómo no va a quererle? ¿Cómo no sentir cosas por él? Cualquiera en su sano juicio lo habría hecho, ¿no?

Tony es esa persona que no quieres que desapareciera jamás de tu vida. Ni siquiera dos meses. Dos duros y largos meses.

Gracias, tía abuela de tía May, por ponerte enferma.

¡Oh, Dios, lo acaba de hacer! Se juró que no se alegraría por ello. Él no es de esos. Su empatía se desborda por cada poro de su piel, pero... ¡Dios! De otra manera no estaría deshaciendo su maleta en Malibú.

Aun así, sabe que su estancia allí no servirá para avanzar en su relación con Stark. El mayor parece bastante distante y, aunque se lo haya negado, nota que le está acogiendo por puro compromiso, viéndolo como una molestia.

En parte lo entiende. Tony y Peter pertenecen a dos mundos completamente distintos.
El primero, es una persona famosa, multimillonaria, de esas cuyo nombre tienen presentes cientos de multinacionales a la hora de intentar firmar convenios y acuerdos con su empresa.
Se codea con personal de alto standing, viste ropa carísima que cuesta el triple del sueldo de cualquier persona que cobre algo decente.

Peter es... pues eso: Peter Parker, un joven estudiante de Periodismo de Queens, de clase media, mantenido por su tía con un sueldo que apenas les da para pagar los gastos, la comida y permitirse algún que otro capricho.
Tiene amigos normales, estudia una carrera normal y su vida es mundana y nada ostentosa.

Bueno, sí. Es Spider-Man, y aquello le da un toque de riesgo y emoción a su vida. No es tan normal como aparenta, pero Spider-Man pertenece a su otra vida. Su doble vida que oculta por su propia seguridad y la de los suyos.

Tony no se esconde. Todo el mundo sabe que es Iron-Man. Peter, sin su traje, siente que no es nadie. El mayor, sin su armadura, continúa siendo el genio, multimillonario, playboy y filántropo de Tony Stark.

No están hechos el uno para el otro.

Sus deseos jamás se harían realidad.

Peter ya no es un niño (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora