Puntos de vista. Y aparte.

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Cada cosa que vemos, acción que realizamos o bebida que tomamos se ve tan distinta desde diferentes puntos. Las calles son más grandes observándolas de lejos que estando en ellas y mi café seguramente se vé dulce si solo observas la espuma con un pequeño dibujo sobre él.
Ayer caminando aburrido desde mi colegio pasé por mi común recorrido de cada que deseo encontrarme con mi novio, pero esta vez intentando que mis pasos no chocaran con las mismas calles y negocios de siempre.
El pasto era más verde a la derecha y más negocios abiertos me hacían moverme rápido para no ser invitado a entrar; inclusive una hermosa jaula de plantas variaba al pasar frente ella y no a su lado, era cómodo dirigirme por donde el sol tocaba y no había una fría sombra haciéndome temblar, incluso sentía sobre mi rostro una sonrisa y saludé a todos los agradables desconocidos que me encontré. Pasé frente una cafetería bastante grande con una bicicleta de mi color favorito por fuera; al pasar a su lado y detenerme frente ella admirando el menú pude percatarme lo inmensa que era si no le veía temeroso desde el otro lado de la acera; agité mi cabeza volviendo a mis pensamientos para continuar mi recorrido o llegaría tarde a mi cita.
A las pocas calles sentí un total positivismo en mi, mientras escuchaba Felling good mis dedos se movían de derecha a izquierda entre la melodía y cerraba los ojos por momentos dejándome ir; la vida se veía en rosa y el tiempo pasaba tan lento como siempre hubiese querido, corrí, brinqué, canté algunas partes de dicha canción y revolvía mi cabello en el coro, era el mejor éxtasis de la vida.
La última nota sonó y con ella mi pierna derecha entró firme cual sexy baile Eros en el restaurante, me sentía como una perfecta diva a pesar de ser chico, las personas voltearon su mirada hacia mi, me quité las auriculares y espantado por tantos ojos fijos sobre mí, me hice pequeño, tomé un mechón de mi cabello acariciándolo

-D-diculpen, con su permiso.- mi voz temblorosa se escondió tras el gorro de mi sudadera dando pequeños pasitos casi corriendo para dirigirme a un pequeño salón algo oscuro donde Genkal me esperaba.

Su cabello brillaba como cada día que lo veía y sus manos ahora estaban un poco más marcadas por venas y tendones, corrí sin pensar abalanzándome a su ancha espalda recargada sobre una silla mientras observaba su celular, le abracé tan fuerte como pude y llené de besos su ser.

-Rey de mi vida!- solté cursimente sin dejar de besarle el cabello.

-Pequeño torpe, buenos días~ - alzó su rostro para verme, juntamos las puntas de nuestras narices acariciándonos y con una sonrisa en mi interior acerqué mis labios a los suyos besándole temeroso de su respuesta. Giró su cuerpo sobre la silla y me tomó por la cintura para colocarme entre sus piernas, al yo ser tan pequeño apenas tuve que agachar mi espalda para corresponderle, el, recto cual soldado, posó la punta de sus dedos en mis mejillas, me separé un segundo de aquel acto de amor y le ví a los ojos.

-¿Me extrañaste?

-Extrañé tus frases cursis

-¿Me extrañaste? -insití con énfasis

-Mas bien, ¿Tu me extrañaste?-susurró acercándose a mis labios poniéndome nervioso para luego pasar su lengua por mi inferior

-N-no me cambies la pregunta, sabes que te extraño todos los días que no estoy contigo. ¿Me extrañaste? - coloqué mis manos sobre sus hombros intentando mostrar seriedad y esperando que por todos los dioses dijera sí.

-¿Que clase de novio sería si no te extrañara? Tonto

-Eso no me convence en lo absoluto, señor perfección! - grité con el poco aire que tenía en los pulmones al sentir que mi corazón se saldría en cualquier momento por escucharle expresarse de esa manera.

-Te extrañé, lo hice, más que los de la NASA extrañan los fenómenos solares y de lo que la luna extraña a su pequeño lucero cuando no está.

Cosmos: El chico de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora