En una fiesta tonta de una festividad tonta dentro de un mes tonto, sentado sobre una estúpida y diminuta banca, empecé a comprender un par de pensamientos que me llevaban agobiando cerca de seis meses si no es que mas. Mi estado mental ya estaba tan de la mierda que no sabia si quiera porque me amargaba tanto la existencia de manera sumamente rápida, entonces cual estrella fugaz lo analicé, los niños, asquerosos enanos que viven cerca de mi y hacen que mis ojos dejen de brillar.
Para ser mas claro odio, detesto, aborrezco, me asquean... los niños entre los dos y doce años.
Los niños son aquello que llamo: el ser inferior con problemas serios de conducta superior a sus padres, y es que no sé si yo tengo la mala suerte o todos son así pero siempre que encuentro uno hace que sus padres parezcan unos completos idiotas ante su poder, les gritan, hacen lo que quieren, chillan, golpean y se escabullen.
Ellos son casi todo lo que comienza con "I" seres inmaduros, irritantes, insoportables, increiblemente hijos de puta... y sobre todo: inmunes a los sonidos rompe oidos. Y es que la verdad ellos se la pueden pasar horas gritando sin sentir que sus tímpanos en algún momento se romperán por lo chillonas que son sus voces, siempre se te quedan viéndote como si te fuesen a retar, son unos malcriados que deberían ser golpeados por el puño de la sensatéz lo más rápido posible.
Entonces como decía... sin desviarme del tema, ahí estaba, un chico de diecinueve años con tendencias masoquistas y que no puede fingir para nada el disgusto al ver algo, mis muecas eran mas que notorias, me quería largar de ese lugar que era ochenta porciento niños, como si los jodidos padres hubieran cogido como conejos cada nueve meses. No entendía porqué estaba ahí hasta que recordé a mi mamá amenazándome con ir a aquel lugar o quemar mi libro favorito, no quedaba más que largarme con ella a cantar cosas religiosas y sonreir por compromiso a abuelas que querían tocar mi inexistente trasero. Tenía sueño... y fastidio, cuatro personas no eran pocas para una banca miniatura en la cual todos debían comer y beber, encima de todo tenía a un enano rencoroso a mi lado, impaciente por recibir aquellos dulces que botarían cada noche por nueve dias. Al extremo izquierdo de la banca se encontraba una señora que se veía no muy lejana a la muerte, la cual conversaba a todo pulmón con su adorada comadre ubicada del otro puto extremo de la banca, juro que estuve a nada de levantarme para empujarlas y que dijeran sus estupideces lejos de mi, pero mi madre estaba justo en mi izquierda y mi libro de estrellas corría peligro.
Así pase una asquerosa hora de mi vida, controlando mis impulsos para matar o patear niños y deseando poder taparme los oídos desde una esquina del lugar. La verdad aún no logro comprender mucho mis razones para detestarlos a éste punto, quizás sea porque no viví lo que ellos si, es decir... hijo único viviendo con mamá porque papá estaba muy lejos fingiendo no ser infiel, niño aterrorizado en las fiestas y visitas a vecinas porque conocía el "Escúchame bien xxxxx ni se te ocurra separarte de mi pequeño hijo de puta o te reviento la boca como la última vez!!!" Ya había pasado, era la verdad, y despúes de aquello no pensaba arriesgar mi cara o vida. Tuve una preciosa violación a los cinco años... bueno, dejémoslo en una, que quiero imaginar cosas buenas... entre mas cosas que quizás me hace no comprender a éstos monstruos de ahora, en cambio los pequeños... son un dulce trozo de carne que no me hará preguntas estúpidas y como yo no seré su padre... solo lo veré un par de minutos y a dormir, los de 13 y más... puedo conversar con ellos y algunos ya no son inocentes así que puedo jugar con ellos, me ha pasado, tanta pureza es encantadora y seductora a la vez.
Por eso los niños me abruman, me vuelven loco y hacen que corra hasta mi casa para tomar el computador y escribir de ellos, por eso y nada mas.
Clein
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Cosmos: El chico de las estrellas
Casuale《Nacido de azul pastel, aqua, café, bombones y muchos plumones.》