Poesía

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Escribo cuando casi duermo, porque es cuando más me sale.

Escribo cuando casi duermo, porque así las palabras pesan menos, entre un café y sonrisas que parecieran besos.

Hace unos días, tuve el firme propósito de correr por las calles buscando un poco de poesía, algún libro que saciara mi sed de cortar trocitos para pegarlos sobre una espalda llena de trazos, y no se confundan, que no hablo en metáfora, ni se alarmen, era un dibujo, un dibujo que quería rellenar de textos y cosas bonitas. 

Así pues, emprendí mi viaje, andando, moviendo el cabello, buscando que nada malo pasara e el camino, y por el contrario, un bazar de libros apareciera, y así fué, que pesado es ir a un lugar de esos, con tántas cosas revueltas buscando las ofertas. No me gusta ir a lugares saturados, pero bien lo dice mi madre, es justo y necesario, ahí anduve entonces, dos horas perdido nadando en páginas y una que otra basurita, dudo que alguno de esos autores deseara eso como futuro de su preciado hijo llamado libro. 

Con la rodillas prácticamente rotas, rojas, adoloridas, marcadas, casi sangrantes, salí de aquel lugar, cargando entre mí glorioso "Poesía para el amor" sonaba tan simplón y agradable a la vez, que me hubieran dicho, "eres un cursi por decir hacer eso por solo un romance" pero entiende, si te enamoraste de tu abuela y la forma en que vive, lo de menos es que te amputen las extremidades inferiores. 

Caí rendido sobre una banca, casi llorando, pero con el orgullo aún por delante.

Qué complicado es ser adulto. 

Sonreí mientras pensaba como habría sido ese día acompañado de mi madre, quizás me tomaría de la mano y vería cada título por mi, sangrando ella y yo no, solo comiendo dulces, pronto deberé hacer ese sacrificio por mis hijos, es así. 

Las estrellas caían temprano, como corría el agua por mi gastado pincel, el tiempo no perdonaba como ahora y mi amada me esperaba en algún lugar de la ciudad, así que corrí las manecillas hacia delante y mis pies igual, jodí a todos los que me jodieron y que orgullosa se sintió, le besé con besos que duran cinco vidas y levanté su cabello para ver cada parte de su ser. Que corriente hacer el amor cuando puedes hacerle la vida. 

El libro de poesía en un cuadro quedó, perfectamente acomodado por pegamento y regordetas manos, las rodillas me sanaron, como las inseguridades de toda una vida, los ojos se me llenaron de girasoles y mi esposa... bueno, ella está en casa con un pastel de fresas, quizás de uvas, no lo sé, apenas comprendo como adelantar el tiempo, lo que sí se es que el alma, aún nos arde por momentos. 


Cosmos: El chico de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora