Micaela corrió a su aula muy entusiasmada. Poco a poco ésta se fue llenando hasta que empezó la clase. Suspiró un tanto decepcionada, pues él no había llegado, revisó sus horarios para asegurarse de no haberse equivocado de turno. Tanto esfuerzo para nada.
Pasó media hora más cuando alguien tocó la puerta, el profesor abrió y un chico le ofreció disculpas, recibiendo la sonrisa de comprensión del maestro.
—Claro Eliot, pasa... Más bien ya me preguntaba qué te había pasado.
Micaela se alegró al verlo entrar. El chico caminó hasta el único asiento vacío sin mirar a nadie. La clase continuó, pero Micaela no dejaba de verlo de rato en rato. Su perfil, sus ojos marrones claro como el caramelo, su cabello castaño. Estaba feliz porque se había sentado a su lado. El plan de haber dejado su mochila ahí con el pretexto de que le estorbaba había rendido frutos. Se regocijó en silencio.
—Bien —dijo el catedrático—, ahora se formarán grupos con los que trabajarán todo el ciclo así que elijan bien...
Dos muchachos se acercaron a Eliot para formar grupo, y Micaela enseguida se le acercó a uno.
—Marco, no olvides que quedaste en hacer grupo conmigo ¿eh? —le hizo recordar.
—Verdad. Eliot, Miguel —los llamó—, apunten a mi amiga también que no conoce nadie aquí.
Micaela volvió a regocijarse, su plan de hacer amistad con uno de sus amigos y adelantar cursos también estaban rindiendo frutos.
—Bien —dijo Eliot acercándose—, la reunión será mañana a las cuatro en casa de Miguel.
Aceptaron, se despidió y salió. Micaela fue tras de él y lo detuvo con nerviosismo fuera del aula.
—¿Me das la dirección de tu amigo? —le preguntó.
—Sé cómo llegar pero no recuerdo el nombre de la calle, ¿por qué no le preguntas a él? Sigue en el aula…
—No, ya se fue —mintió—. ¿Qué tal si quedamos para ir juntos?
Marco apareció de repente e interrumpió.
—Yo sé llegar, no te preocupes.
—Ahí lo tienes —le dijo Eliot, casi sin gracia, y se retiró.
Micaela volteó a mirar a Marco con ojos asesinos
—¡Gracias! —exclamó con sarcasmo y también se fue, dejando al chico confundido.
Iba caminando algo molesta por lo sucedido y chocó con un chico.
—¡Perdón! —exclamó— <<¡Oh, vaya es guapo!>>, pensó.
El chico era rubio y de penetrantes ojos azules
—¡Fíjate por dónde vas! —respondió éste, algo altanero.
Ella se sorprendió y ofendió por completo.
—¡Tú también, menso! —respondió.
Él se sorprendió un poco y siguió su camino, avanzó unos pasos y volteó a mirarla nuevamente pero ella ya estaba lejos. Alguien le palpó el hombro.
—¿Y a qué vienes ahora, Gabriel? —le preguntó Eliot.
—¡Ah! Ahí estás, te he estado buscando, tu universidad está llena de malandros, me choqué con una chica muy mal educada…
—No me interesa.
Siguieron su camino. Por otro lado, Micaela iba camino a su casa, pensando en los defectos de los rubios, por creerse la gran cosa, en su mayoría. Al día siguiente, ella estaba muy emocionada, y se arregló bien para que esta vez él la mirase.
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Dos historias
FantasyMicaela, una estudiante de Universidad, está muy entusiasmada, ya que esta vez llevará curso con aquel apuesto muchacho, objeto de su amor platónico. Pero no sabe que él guarda luminoso un secreto.