Micaela se había ruborizado, eso le era muy molesto. Estaba segura de que María los había dejado solos apropósito. Aun así, era lo que necesitaba.
Gabriel la miró, juntó valor y se le acercó. Ella se puso de pie.
—¿Ocurre algo?
—Quería decirte una cosa… —él arqueó una ceja a la expectativa— Ah… Bien. Cuando esos seres feos los atacaron, tuve mucho miedo de que murieras… Tú también me importas —confesó. Él le ofreció una dulce sonrisa y ella se ruborizó un poco más— Me-me gusta cuando sonríes, ahora lo haces más a menudo.
Sin darse cuenta, ya se encontraba acorralada contra la mesa, bajo la dulce mirada del chico.
—¿Será porque me enamore de ti?
Micaela se paralizó del asombro, y se puso más nerviosa aún sin saber bien qué decir.
—Ya lo sospechaba —la voz casi no le salió.
—¿En serio? —preguntó con sarcasmo.
Ella rió un poco, pero pronto su semblante cambió.
—Ayer… me encontré con una amiga tuya —murmuró.
—Um, ese tono con que lo dices…
—Me dijo que sólo te gusta pasar el rato…
Gabriel suspiró.
—Sí, ya me imaginaba. Pero eso quedó atrás, no fueron buenas épocas, nunca he tenido una relación seria…
—Pero sí has tenido “compañías” —dijo con desgano.
—Sí, y a la vez no… Nada me importaba, nunca recorrí a besos el cuerpo de nadie y nadie me dio amor. Créeme que estoy sediento… —tensó los labios unos segundos— Quiero ser sólo tuyo.
Micaela se dio cuenta también, de que le encantaría llenarlo de amor.
—¿Y crees que yo sea diferente? —preguntó con un poco de temor.
—Eres diferente —aseguró—. Nunca invité a alguna chica a mi casa, nunca tuve ganas de bailar con nadie ni un poco, no tenía sentido, cada vez que te he visto y conversado contigo me he sentido muy bien. No he tenido que tomar frases típicas para hablarte.
—No te atreverías a jugar conmigo, ¿verdad?
—Oye, creo que ya me conoces un poco aunque sea. Ni así fueras sólo mi amiga, jamás jugaría contigo… —mostró una pícara sonrisa— Amenos, claro, que tú me lo pidieras.
Ella se ruborizó por completo, y no pudo evitar reírse un poco. Él se acercó y le dio un beso en la frente. El timbre de la puerta sonó.
—Me gustaste desde que te vi —le confesó.
—Y tú… Bueno, ¿a quién no le gustarías?
—Ah, ¿veo que alguien es un poco celosa?
Micaela rió.
—No, no mucho —confesó.
—Se mi novia, ¿sí? —pidió de repente.
La chica quedó muda ante la inesperada pregunta, y no pudo evitar perderse en la azul mirada suplicante de él.
—Yo… yo…
—Tranquila, no tienes que responderme aún.
El timbre volvió a sonar, haciendo que el muchacho se separara y fuera a abrir la puerta. Ella enseguida volvió a sentarse.
—¡Traje piqueos para todos! —anunció María.
Observó la sonrisa en el rostro de ambos y supo que algo había ido bien. Eliot volvió a su laptop cerca de Micaela quien trataba de concentrarse en las cartulinas que cortaba.
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Dos historias
FantasíaMicaela, una estudiante de Universidad, está muy entusiasmada, ya que esta vez llevará curso con aquel apuesto muchacho, objeto de su amor platónico. Pero no sabe que él guarda luminoso un secreto.