Plantas y flores

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Era interesante. Sin duda no había nada más interesante en el universo que las bolitas de chocolate no disueltas en la leche, parecían burbujas pero si reventaban soltaban un polvo que le hacía recordar a ciertos mecanismos de defensa de las plantas venenosas. Estaba un poco obsesionado con eso, debía reconocerlo. Escuchaba a su madre susurrar , al igual que su padre y su hermano con la cabeza agachada y las manos juntas. Su hermanita lo miraba curiosa, con sus enormes ojos castaños buscando lo que tanto llamaba su atención en la taza. Kenny sonrió, tomando a la niña para sentarla en sus piernas y acercar sus labios a su oreja.

-Si me entregas una A en álgebra, te enseñaré unas plantas preciosas que estoy cultivando en el baldío de al lado- la niña sonrió, abrazando su cuello y Kenny pasó su mano por su cabello todavía despeinado. 

-Dejen de estar hablando, niños, estamos rezando- el chico rodó los ojos y la niña ocultó su risita tras su mano- Karen, te he dicho millones de veces que eres una damita, no debes sentarte en las piernas de un hombre-

-Es apenas una niña- dijo, francamente ofendido.

-Pero si no le quitamos esa costumbre va a crecer y se va a hacer una libertina- intervino su padre, untando mantequilla en su panecillo, mirando fijamente a su hijo- y tú ya eres un muchacho en edad de tener inquietudes-

-Es mi hermanita- susurró, con las mejillas enrojecidas, pero dejando que la niña volviera a su asiento con cara de pena. Comieron en silencio y al final Karen y su madre se quedaron lavando los trastes mientras ellos se apuraban a comenzar su rutina. Kenny esperó su turno en el baño que no debía durar más de quince minutos, no sólo por ahorrar agua y gas, sino porque no era adecuado. Sus padres eran excesivamente mogijatos y así los criaban, en una asfixiante y eterna doctrina. Si bien no eran igual de  afortunados en la economía como la mayoría de los del pueblo, podían presumir que sus dos hijos varones y su pequeña hija  tenían una educación de moral intachable. Eso los hacía discutir y poner en mala vista la relación que él tenía con su hermana. Amaba a su princesa como nada más en el mundo, era un lazo que tenía desde que su madre anunció su embarazo. La mujer quedó muy débil tras el parto y él se ocupó de la bebé casi desde su primer día, dejando el alma en su cuidado. Aguantaba los comentarios reprobatorios de sus padres y de su hermano, todo lo que fuera con tal de sentir a la pequeña dormirse en sus brazos, cerrando sus puñitos en su ropa como si así pudiera dejar en claro que ella tampoco quería alejarse.  Terminó de secarse,poniendo la toalla en sus caderas para abrir la puerta de su habitación al escuchar y reconoer los leves golpes.

-¿Me puedes hacer dos coletas? Mamá está muy ocupada lavando la cocina- ah, esa mujer y su obsesión con la limpieza. Kenny asintió, tomando el cepillo y las ligas para cabello, sentándose en la cama. Karen se sentó en sus piernas, sonriendo, enderezando bien la espalda para dejar que su hermano comenzara a pasar el cepillo por su cabello.

-Tienes un cabello tan bonito, tan lacio y sedoso- sonrió, pasando la liga- en unos años vas a ser la muñeca más bonita de todo South Park y me vas a sacar canas verdes- le picó la cintura, haciéndola reír-¿Terminaste toda tu tarea? ¿Ya no tienes dudas con gramática?-

-Un poco, pero no quise preguntarle de nuevo a papá- bajó su tono de voz, encogiéndose inconsientemente.

-Karen- dejó de peinarla para girarla y hacer que lo viera a los ojos-¿Qué pasó?-

-N...no es su culpa, es sólo que yo soy muy tonta y...-

-Déjame ver tu espalda- exigió, mirándola fijamente. La niña se mordió los labios, esquivando su mirada- Karen- la niña pegó un brinco- ¿ por favor?- sin mirarlo todavía, comenzó a desabotonarse la blusa del uniforme, descubriendo sus hombros. Profundos y amoratados, verdosos cardenales. Bajó más su blusa, notando que las marcas terminaban hasta más abajo de su falda- mi niña ¿ por qué no me habías dicho?- la recostó boca abajo en su cama, dejando que la niña se hiciera un ovillo, queriendo ocultar sus lágrimas mientras él buscaba en su ropero un par de cremas y  bálsamos.

Soda atómicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora