Cap. 13 - Reconquista

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Decenas de soldados y civiles trabajan en la reconstrucción de las murallas del castillo de Abberfraw y a los trabajos se habían sumado personas venidas de toda la isla de Anglesey y de más lejos. El progreso en la reconstrucción del reino estaba resultando alentador y es que, en el ambiente podía respirarse un aroma de festividad provocado por la retirada de los últimos ingleses. Festividad que a su vez contrastaba con el olor a muerte que había quedado en las calles y en los campos, pero eso era algo natural después de una guerra ganada.

Lo único cierto, es que fuese cual fuese su estado de ánimo, era evidente que los campesinos estaban muy castigados y enfermos, y sus tierras no estaban en mejores condiciones. Los saqueos por parte del ejercito ingles habían causado heridas en el reino que tardarían mucho tiempo en sanar; pero al menos la moral de la gente estaba al alza, y proclamaban contentos la llegada de su nuevo rey, Alaris. Cantaban incluso canciones en las que declaraban aquel día como el día de "la venganza de Alorus". Por ello trabajaban motivados reconstruyendo el puente destruido, los acueductos y la ciudad capital, con todo y su ciudadela de hermosas rocas apiladas junto al mar.

Nadejha había regresado a Gales junto a la princesa Kiara y ambas se habían alojado en la parte del castillo que no había sido alcanzada por los proyectiles de las catapultas inglesas. En esas habitaciones aún podía verse la magnífica arquitectura y el exquisito diseño de interiores con el que habían construido el antiguo castillo. Ahí estaba la alfombra tejida en colores vivos, las cortinas pesadas color marrón y el alto techo abovedado con candiles de hierro de diseños burdos. Aquel corredor era uno de los pocos lugares que habían quedado intactos, pero fuera de ellos, todo era destrucción y ruinas, como las vidas de las dos mujeres que ahora lo recorrían. Kiara caminó al frente y sus ojos se llenaron de lágrimas al llegar al final, donde estaba la gigantesca puerta de madera que daba acceso a la habitación de los reyes muertos; el rey Alorus y la reina Angharad.

Nadejha la alcanzó y la observó en silencio. La princesa seguía siendo hermosa aunque ya no tenía cara de niña y lucía sumamente demacrada y cansada. Además, tenía un semblante sombrío y como no habría de ser así, si en los últimos meses la pobre chica había sufrido de todo; desde la pérdida de sus padres hasta su arreglo matrimonial, el cual había sido una fuente inagotable de resentimiento contra su hermano.

Si bien es cierto que su compromiso parecía haberse disuelto gracias a la falta de entendimiento entre Alaris y Alexander, ahora con la victoria sobre Mercia, su matrimonio se había convertido de nuevo en una realidad infranqueable.

— Jamás volveré a mi hogar, mi hogar se ha ido — susurró la joven princesa y Nadejha bajó la mirada mientras aclaraba su mente para encontrar el consuelo que Kiara necesitaba escuchar.

— La vida me enseñó que el hogar esta donde están nuestros seres queridos.

— Entonces mi hogar está en la muerte — respondió la joven.

Nadejha supo que sus palabras no habían sido las correctas y entonces volvió a intentarlo.

— Yo en algún momento pensé igual que tú — mintió en esa parte —. No tenía a nadie pero entonces fue cuando conocí al amor de mi vida y mi hogar se convirtió en una persona y no en un lugar. Nada más me importó después de eso.

— ¿Se refiere a Mislav? — la joven se interesó profundamente en esa parte pues su dama de compañía nunca solía ser franca con sus sentimientos.

— No. Hablo de mi hijo — respondió la hermosa búlgara y al mismo tiempo sonrió con cierta melancolía. Luego continuó su discurso —. Y tú encontrarás también ese amor. Debes cumplir con la obligación de toda reina, el cual es darle un hijo a su esposo. Después de eso todo cambiará te lo aseguro, conocerlo a él será como tener de nuevo un hogar.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora