Cap. 16 - LA boda real - Gestas de Nivia

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En el centro de la explanada del castillo de Abberfraw había siete grotescos seres. Imposible saber si eran humanos, pues aunque tenían la complexión y tamaño, había algo en ellos que distaba mucho de los seres humanos comunes. Dos de ellos eran altos como torres y todos vestían armaduras extemporáneas que de algún modo los hacían ver como guerreros ancestrales, de otra época o quizás de otro mundo.

El que estaba a la derecha del grupo tenía cuernos de toro en su casco y las dimensiones de cada miembro de su cuerpo eran colosales, así como colosal era su martillo de guerra. El nombre de Asterio surgió en la mente de Lance ya que fue el modo en que la guerrera Némesis lo llamó aquel trágico día en el puerto de Tyres, cuando donde murió Nur, la abuela de Lance. Asterio llevaba armadura de cuero remachado estilo oriental y sus facciones comenzaban a asemejarse incluso a un toro, con nariz grande y boca ancha siempre gruñendo y sus ojos completamente negros pero altamente reflexivos, carente quizás de pupila y de alma.

A su izquierda inmediata, estaba la guerrera Némesis, con su armadura negra griega y su casco roto. Parte de su rostro quedaba ahora expuesto y eso era algo raro, hubiera sido mejor remplazar o reparar el casco, pero en vez de eso, la guerrera había preferido conservarlo intacto quizás como recordatorio de su derrota en el puerto, donde por cierto, también había sucumbido su hermano Eaco.

Siguiendo el orden de formación, a la izquierda de Némesis estaba Dagón, del cual no se podían ver facciones ni nada de su anatomía, ya que su casco cerrado y su armadura seccionada como insecto ocultaba toda su piel, haciéndolo ver casi como un autómata antiguo, una criatura hecha de hierro puro que se movía por voluntad prestada. Por supuesto, Lance sabía que dentro de aquella coraza había un ser vivo, lo había visto sangrar en Constantinopla y casi morir ante la herida que Mislav le provocó en el cuello.

«Tres demonios que ya hemos vencido en el pasado» pensó Lance y luego continuó mirando.

En el centro del grupo estaba Nimrood, vestido con su humilde túnica café y como siempre, con sus cabellos negros alborotados y tiesos. Su mirada era inexpresiva, casi pacífica, pero las venas negras que recorrían su piel y trepaban por su cuello hasta su rostro lo hacían parecer espectral y terrorífico. Aparentemente estaba desarmado, pero Lance sabía que bajo la túnica debía llevar la espada curva que siempre solía usar en batallas, la misma que uso para matar a su padre Azhar.

El siguiente demonio que Lance pudo ver era el anciano Mandrathi, con sus cabellos blancos y largos, aunque despoblados en la parte superior de la cabeza. Su edad era confusa ya que lucía demasiado viejo para ser un guerrero. En apariencia podrían calcularse unos noventa años pero su magia era terrible, con habilidades similares a las de Nivia pero con un dominio particularmente bueno sobre el fuego.

Los dos demonios de lado izquierdo del grupo eran nuevos para Lance, uno era joven y de estatura media, vestido con ropas como la de los moradores del desierto al norte de áfrica, telas muy ligeras blancas con rojo y la cabeza cubierta casi en su totalidad. El otro era enorme, con armadura ligera de cuero remachado y correas que recorrían todo su cuerpo como si fueran amarres. El rostro de este guerrero estaba completamente cubierto por cicatrices y era imposible reconocer sus facciones originales, esa cualidad, junto con los ojos negros que compartía como distintivo común con todos los demás demonios, le daba un aspecto infernal y terrorífico, incluso más que todos los demás assasiyin. Sus armas eran una espada corta estilo sax romano pero con corte de flama y un hacha de batalla ligera, las cuales cargaba una en cada mano.

Lance se había tomado un par de minutos para analizar a los guerreros infernales en medio de los patios y no se percató de que estaba siendo rodeado por sus compañeros, Nivia, Athan, Garrod y Marc. Incluso los nobles Alexander y Kiara se acercaron un poco para ver y enterarse de lo que estaba pasando.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora