Cap. 15 - La rama dorada - Esto es mi culpa

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Lance tardó un rato en reponerse completamente de los efectos del anestésico que Nivia había usado en él (una especie de éter primitivo) pero más tardó en quitarse las espantosas imágenes que habían quedado grabadas en sus ojos y que le mostraban una y otra vez los ojos brillantes del "no nato" y a su maestro encadenado a las rocas.

Su madre y su amigo Athan sufrieron también los estragos del gas, pero les fue más fácil reponerse y de inmediato mostraron ánimos para continuar con la lucha que habían iniciado antes de caer dormidos. Athan se puso en guardia y buscó su arco mientras que Nadejha se ponía de un brinco de pie e intentaba identificar el lugar en el que ahora se encontraba. Lance enseguida intentó explicarles lo que ni el mismo sabía con seguridad; que estaban a salvo y que un amigo los había ayudado.

— ¿Dónde estamos? — preguntaron ambos haciendo coro y Lance tartamudeó antes de responder. — En una choza del bosque, un ermitaño nos salvó de morir luego que nos desmayamos por culpa de las plantas venenosas del bosque.

— Vi niebla viviente y rostros humanos en ella — gritó Athan pero en ese momento Nivia apareció por la puerta cargando un odre lleno de agua e intervino para calmar la exaltación del griego. Con voz muy suave dijo así.

— Es uno de los efectos de la planta venenosa, causa alucinaciones, sueño y después la muerte. Tuvieron suerte de que los vi a tiempo.

— ¿Quién eres tú?

El mago miró la pose amenazadora del griego y sin preocuparse por ella le ofreció el agua.

— Toma esto, te ayudará a recuperarte — luego miró a Nadejha e inclinando la cabeza se presentó de forma muy amable.

— Soy Nivia y este es mi hogar, sean bienvenidos. Lance y yo los trajimos aquí cuando perdieron el conocimiento.

Athan por fin tomó el odre y bebió como un náufrago, Lance tuvo que detenerlo antes que se acabara el contenido.

— Deja algo para mi madre.

— Oh si, perdón.

La madre bebió el final y poco tiempo después todos salieron de la choza para estirar las piernas y para planear su siguiente movimiento. Al salir notaron que estaban muy cerca del lago en el que habían estado la noche anterior, pero en una locación distinta, quizás en la costa opuesta.

— Tengo hambre — fue la primera palabra del griego luego de echar un vistazo a su entorno —. Normalmente no tengo problemas para encontrar comida, dado que soy muy buen cazador. Pero Lance no me ha dejado comer carne en este bosque.

Nivia lo miró como siempre, sin mostrar emociones y luego de varios segundos habló.

— No comemos la carne de los animales de este bosque.

— ¿Y qué le echas al cuerpo?

El mago se extrañó por la expresión y por fin sus ojos mutaron para mostrar algo de confusión.

— Solo vegetales.

Nadejha sonrió ligeramente y Athan asumió que la mujer se estaba burlando de él.

— Esto no es gracioso, me estoy debilitando, me siento mal.

— Ya muchacho, no es para tanto — lo consoló la mujer entre risas y luego se dirigió al mago —. Disculpe señor Nivia, Lance nos dijo que podíamos pescar algo en este lago.

El mago asintió con la cabeza y Athan enseguida tomó su arco y saltó de su lugar para dirigirse a las aguas. La mujer lo detuvo mostrando la bola de hilo delgado que siempre cargaba.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora