Cap. 10 - Hecatombe

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Cap 10.- Hecatombe

Mesa de Mani, Peloponeso Grecia – Mayo de 872



El dolor volvió desde antes de recobrar la conciencia y de nuevo supo que seguía vivo. Pero entonces lo asaltó de nuevo la asfixia y la desesperación y el miedo lo invadió a niveles cercanos a la locura. Cuando abrió los ojos tenía al frente a un griego intentando contenerlo y a la vez intentando calmarlo.

— Tranquilo, estás a salvo — peros sus palabras tardaron en surtir efecto.

El joven, poco a poco logró entender su situación y dejó de luchar con pies y manos, pero su corazón siguió combatiendo con violencia dentro de su pecho. Pudo respirar al fin, pero el ardor en su pecho y cuello se intensificó, sentía como si llevara brasas ardiendo pegadas a su piel. Instintivamente se llevó las manos al cuello y notó que tenía una especie de barro blancuzco embarrado. Se miró las manos heridas y las piernas y entendió que había sido cubierto con ese barro en todas las zonas quemadas.

— ¿Qué es esto? — logró preguntar y el griego le respondió veloz.

— Pues no se bien... es algo que usan los médicos, mezclan miel de abeja con barro y... otras cosas, se supone que alivia el dolor.

Ese griego era Athan, quien ahora se mostraba más amigable aunque siguiera intentando parecer duro.

— ¡Mislav! — volvió a hablar el joven al recordar a su maestro y el griego lo calmó poniendo sus manos en el pecho para evitar que se levantara.

— Él está bien, logramos encontrar su prisión y ahora está con nosotros, lo haré venir. Pero no te levantes aun. Espera aquí.

Minutos después volvió el griego y detrás apareció un maltrecho Mislav, con algunos moretones y con su ropa tiznada de rojo.

— ¿Qué fue lo que te sucedió? — preguntó Mislav al tiempo que le entregaba una bota con agua a su aprendiz. El joven no pudo responder, no porque no quisiera, sino que no tuvo la voluntad para revivir los recuerdos del cajón y luego del infierno de Mandrathi.

El muchacho prefirió tomar agua y fue Athan, al notar el incómodo silencio, quien respondió.

— Este muchacho estuvo algunas horas bajo tierra y luego se enfrentó a un demonio cambia formas. Ha sido un infierno la última noche, su cuerpo esta quemado y tiene una herida aún abierta en el pecho — luego agregó —. Cualquier otro hombre estaría muerto.

Dicho esto salió de la modesta habitación y dejo solos a los extranjeros.

— Toma agua lentamente, recuerda lo que dijo el árabe. El agua siempre se debe tomar a tragos pequeños.

— Tuve una mala noche, ¿cómo le fue a usted? — logró preguntar luego beber media bota de agua.

— Estoy bien, me metieron en un cajón también, pero cuando entendí que no me iban a enterrar vivo y el aire no me iba a faltar, dejé de luchar y ocupé mis pensamientos en recuerdos. Luego en dormir. Afortunado soy pues no le temo a una prisión estrecha.

El rostro de Lance se desdibujó al oír la parte del cajón. Era obvio que para él había sido muy diferente. Mislav no podía imaginar cuánto.

Lance se puso de pie finalmente pidió salir de aquella casa. Clamaba por un poco aire y el maestro se lo concedió, lo llevó afuera y pronto llegaron a una plazoleta. Estaba amaneciendo y el cielo estaba rosado. El arquero, desde lejos los siguió silenciosamente con la vista.

Muchos griegos refugiados ya estaban en sus labores y sus miradas a menudo se posaban en los extraños, eran muy evidentes las heridas y quemaduras de Lance, las cuales dejaban su carne expuesta en todos sus brazos y cuello.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora