Cap. 10.3 - Anne

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Treggynor, país de Gales, Mayo 872



Varios hombres planeaban estrategias de guerra en torno a un mapa construido sobre una pesada mesa de madera y en sus rostros se podía leer que la discusión no estaba resultando pacífica. Los ánimos estaban caldeados y a Marc ya le dolían los nudillos de tanto apretar sus puños. En ese lugar estaban reunidos unos diez hombres, entre los cuales resaltaban algunos por su refinamiento, su fortaleza o su belleza. Ahí estaba el príncipe Alaris de Gwynedd con su caballero más cercano, Marc de Belac. Garrod él Irlandés acompañado por un sajón de nombre Bernard y también estaba el duque Alexander de Powys.

Lo que a Marc le molestaba, es que se estaba discutiendo los términos de la alianza en vez de discutir el modo de atacar a los ingleses. Y es que Alexander esperaba un pacto que le beneficiara solo a él y quería aprovecharse de su superioridad bélica para lograrlo.

— Soy el único que tiene una caballería — alegaba Alexander —. La modificación de las fronteras que pido es un precio justo.

— No habrá concesiones para ti Lex — gritó Alaris ya muy irritado —. Recuperaremos este reino aún sin tus caballos y aún si te opones a nuestra campaña. Recapacita por favor, pues no estás pensando claramente. Es tu ambición la que habla y opaca a la poca sabiduría que tienes.

— Sin mi armada jamás podrás recuperar este reino.

— Retírate Lex, no te necesitamos entonces, si decides apoyarnos aceptaremos tu ayuda pero jamás te cederé mis tierras de cultivo. Es absurdo y esa es mi última palabra.

Alexander tomó mucho aire y apretando sus dientes se alejó dando largas zancadas y azotando la puerta tras de sí.

— Volverá — aseguró Marc y Alaris le hizo coro —. Claro que volverá. No le conviene perder esta guerra y no la ganaremos sin él. Solo está lanzando sus peticiones como un bebe que llora solo para medir cuando puede obtener con su llanto. Pero está igual de interesado que yo en ganar la guerra.

— Señor — intervino Garrod —. ¿Y qué hay que las peticiones de los Ui Felain?

— No te preocupes Garrod, se les pagará bien, pero será hasta la cosecha, entonces tendremos recursos para pagar a tus soldados.

— Entonces yo también estoy igual de interesado como usted en ganar esta guerra. Pero no puedo llevar a mi gente a una guerra perdida. Si el Duque Alexander se retira, yo también me veré obligado a retirar mis tropas.

Tanto Alaris como Marc se exaltaron al escuchar aquello, pero el joven príncipe no cedió al pánico. Él era en extremo inteligente y su mente resolvía los problemas de forma más veloz que muchos otros.

— Entiendo tu posición Garrod, pero quiero que entiendas la mía, solo tengo una oportunidad para recuperar mi reino y no quiero perderla. Por eso te pido que no anuncies aún tu retirada, solo sigue el plan como si nada hubiera cambiado. No te preocupes por tus hombres, pues si vemos que no tenemos posibilidades de ganar esta guerra, entonces nos retiraremos todos sin pelear. Pero si mi intuición no me falla, Alexander volverá y entonces estaremos completos.

Entonces Bernard intervino también con su mal acento gaélico.

— Guthum está avanzando hacia el éste, príncipe Alaris. Los ingleses no tienen el apoyo de los daneses ahora, ya que están ocupados intentando tomar Wintanceast. No es el mejor momento para atacar a Coelful ¡es el único! Ya no habrá más si las defensas de Alfredo caen.

— Es por eso que Alexander debe creer que iremos a la guerra aun sin él — se exaltó el príncipe. Luego continuó hablando más tranquilo, quizas arrepintiéndose de su rabieta —. Él debe pensar que no lo necesitamos para atacar, aunque eso sea mentira. Y debe saber que no cederé a darle la mitad de mis tierras. Esta es nuestra única oportunidad y todo depende que Alexander sienta más miedo a perderse la vitoria del que nosotros tenemos de perder su alianza.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora