Cap. 14 - Corona de muerte - La coronación.

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El príncipe se puso su capa y no pudo evitar sentir que se estaba echando a los hombros un gran un peso innecesario que en algún momento acabaría por aplastarlo. Las hombreras, el abrigo, los pantalones incómodos, la cadena con el crucifijo que llevaba al cuello, los accesorios de oro que le habían colgado, todo eso era solo un estorbo y le impedían moverse libremente. Era una sensación horrible para un joven acostumbrado a usar ropas sencillas y ligeras y que se había preparado toda su vida para ser un guerrero. Por un momento pensó que todos esos artefactos que tenía que usar, eran las cadenas que lo atarían por siempre a una silla y la idea le desagradaba en todas sus dimensiones, él era un espíritu aventurero y ahora se daba cuenta de ello.

Y es que Alaris realmente nunca deseó la corona, esta le correspondía a su hermano mayor por herencia y jamás quiso verlo muerto. Si peleó tanto por ella es porque sabía que era lo correcto, vengar a su padre y expulsar a los invasores era una misión que estaba por demás obligado a realizar, así como estaba obligado ahora a portar la corona y servir a su pueblo. La buena noticia es que el pueblo lo amaba y lo aclamaba lleno de júbilo y como no habría de ser así, si él era el príncipe que había vengado la muerte de Alorus "el grande", el más amado de todos los reyes de Gales.

Nada podía salir mal aquel día, era su día, y tenía un ejército de sirvientes que estaba revisando cada detalle de la ceremonia y tenía a la mejor guardia de toda Europa. Una mujer madura lo alcanzó frente al espejo y le ayudó a acomodarse la capa y a atarla de forma correcta. Era una mujer bella y exótica, pero de expresión inanimada y fría. Con una notable devoción se hincó por un costado y ajustó las medias del príncipe. Alaris se lo permitió y luego le ayudó a ponerse en pie. Una vez que la vio apartarse y quedarse esperando órdenes, el príncipe le dijo así.

— Nadejha ¿Que noticias hay de mi hermana?

— Se está alistando para la ceremonia su majestad, bajará en unos minutos.

— Gracias por convencerla de asistir, no tiene que dirigirme la palabra si no lo desea, pero es importante su presencia.

— Eso fue lo que le dije su majestad.

Alaris sonrió levemente de forma melancólica y asintiendo con la cabeza indicó que ya estaba listo. La mujer, quien estaba vestida impecablemente como debía ser la servidumbre del rey, se alejó haciendo su reverencia y se adelantó para seguir con sus menesteres. Alaris entonces salió tras ella y en el camino se encontró con Marc, quien lo acompañó durante el resto del trayecto hasta el salón del trono.

— Quite esa cara de puchero su majestad. Disfrute el momento.

— ¿Cómo puedo hacer eso? Si comienzo a pensar que la mayoría de los nobles aquí reunidos desean que caiga yo muerto antes de la cena.

— No se preocupe por eso, que de su seguridad me encargo yo. Por lo demás ignore a los hipócritas y concéntrense en las personas importantes.

— ¿Personas importantes?

— Así es, la doncella Anne por ejemplo, ella está aquí y con todo respeto, le anuncio que luce bellísima. No permita que ella lo vea con esa expresión de angustia. Sonría.

Alaris, si bien no sonrió con aquella noticia, sí se enderezó y de sus ojos desapareció todo rastro de melancolía. Tenía algunas semanas ya sin verla y el hecho de saberla tan cerca era motivo suficiente para llenarlo de valor y fortaleza.

Con su mentón en alto y la mano derecha sobre su vientre, el príncipe hizo por fin su aparición en el salón del trono y al instante todo quedó en silencio. Su paso provocó una ola de reverencias y de sonrisas que para el joven no significaron nada. Todas las miradas estaban puestas sobre él, pero pocos rostros eran conocidos. Estaba, el arzobispo Lydawc, quien lo esperaba al frente, Garrod junto a Marc y algunos miembros de su familia como Oswy, Alexander y otros parientes de segundo y tercer grado cuyos nombres apenas podía recordar. « ¿Dónde estaban todos ellos cuando tuve que escapar a Irlanda?» Se preguntó el príncipe en silencio pero en el fondo, ya sabía la respuesta: «Escondidos como ratas».

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora