Capítulo 5

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El sol ilumina el cielo, dando inicio a un nuevo día.

Me encuentro emocionada, ¿cómo no estarlo?

Hoy retomo mi vida de estudiante universitaria, gente que conocer y clases que dar me esperan.

Ducho rápido mi cuerpo, intento vestir algo sencillo, pero con el armario lleno de marcas caras, sofisticadas y elegantes parece imposible encontrar algo que muestre mi verdadera esencia.

No pretendo llamar la atención, aunque no creo lograr mi objetivo.

En la cocina me recibe una mujer, Martha, la empleada que ya había escuchado nombrar por Daemon.

La saludo y soy correspondida, amable prepara mi desayuno y celebra mi elección de ropa.

En la entrada de la casa se encuentra el chofer esperando paciente junto al auto.

—Buenos días —saludo mientras me abre la puerta para entrar en el auto.

—Buenos días señorita, ¿cómo ha amanecido hoy?

—Muy bien, gracias por preguntar... —Hago silencio, percatadome del hecho que no conozco su nombre—¿Cómo te llamas?

—¡Eduard señorita! —Me informa.

Eduard es un señor bajito, canoso, yo diría que tiene unos 70 años de edad, pero se conserva en buena forma.

El trayecto en carro es silencioso, me limitó a mirar la hermosa ciudad por la ventanilla.

La universidad no tiene nada que ver con lo que me imaginaba, es incluso muchísimo mejor; aulas gigantescas, pasillos aún más, piscina, terrenos de tenis, fútbol, golf, equitación, pista de atletismo... Talleres de yoga, danza, música, literatura, poesía, cine, canto, teatro. Dormitorios sofisticados, costosas instalaciones deportivas y salones de clase con la más avanzada tecnología en una estrategia deliberada para hacer más atractiva a la universidad.

Poetas, actores, diseñadores de moda escritores, premios nobeles, filósofos, médicos, gobernantes de países exóticos, atletas olímpicos, reputados neurólogos, compositores, cantantes de ópera y presidentes de bancos se han sentado en los pupitres de esta milenaria institución.

Tendré que acostumbrarme a esta nueva vida.

Coloco la mochila en el suelo y me dejo caer en la silla.

Por los pasillos no parezco importarle a nadie; ni por el hecho de ser nueva, todos están demasiado ocupados luciendo sus caros relojes, anillos, collares, móviles, vestidos u otros objetos de valor que porten, como darse cuenta de la humilde presencia de la chica nueva que no viste ropa ni accesorios con un valor más caro de que ellos pueden permitirse.

Mi primera clase es arte clásico, presto atención a la profesora mientras mi mano se mueve sola asiendo garabatos con el bolígrafo el la última hoja de la libreta.

Fuera de la universidad se encuentra Eduard esperándome puntualmente.

—Buenas tardes, señorita —saluda mientras baja rápidamente del coche y abre una de las puertas para que tome asiento.

—Buenas tarde, Eduard —Mira con ojos de satisfacción, parece encontrarse feliz de que recuerde su nombre.

—¿Cómo ha sido su día, ha hecho amigos? —pregunta mientras pone el coche en marcha.

—No, aun no, ¿me puedes llevar a un lugar? —Se queda callado, después de unos segundos responde.

—Claro señorita, ¿a dónde quiere ir?

DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora