Capítulo 14

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El ruido de la alarma me obliga a abrir los ojos, el lugar junto a mí en la cama se encuentra vacío, juraría que mi novio no durmió en casa, de no ser por el rastro de sabanas desechas que hay a mi lado.

Me incorporó en la cama, un agudo dolor se hace presente en mi cabeza. Me he levantado demasiado rápido.

Frente al espejo limpio mis ojos negros por el maquillaje corrido del día anterior antes de ducharme.

Evito el desayuno, no tengo tiempo, en su lugar saludo a Martha y continuo mi camino hacia la puerta de salida, donde me espera el chofer, puntual como cada mañana.

Me encuentro con Caroline en las gradas donde fuma sola.

—Hola —sonríe al verme.

—Hola.

—¿Quieres? —ofrece y asiento cogiendo una calada— deberíamos salir, en estos días inauguran un bar.

—Lo lamento, no creo poder ir —por algún motivo pienso en Daemon y lo poco que le agradaría que saliera a un bar con una amiga.

—Lo entiendo, debes estar demasiado enamorada como para querer pasar la noche lejos de tu novio —le dedico una sonrisa, no entiende nada— el también debería venir.

—No creo que le gusten esos lugares —niego la invitación, aunque en mi última frase no este mintiendo en lo absoluto.

Caroline no le da importancia al tema, tampoco se enoja cosa que agradezco.

Mi teléfono vibra, en señal de la llegada de mensajes.

Son de Ángel, bloqueo el teléfono.

Desde esta mañana un repentino ataque de fidelidad a mi falso novia se a apoderado de cuerpo, por lo mismo no he aceptado salir con Carolina.

Ignoro a Ángel a pesar de después de pasar unos minutos sin responder los mensajes mi teléfono ha comenzado a vibrar por su llamada entrante la cual he colgado sin pensar.

Apenas he salido del aula por temor a encontrarlo en los pasillos a no ser que fuera estrictamente necesario.

En la tarde al llegar a casa, Daemon tampoco estaba.

Le llamo al móvil, pero me ignora, de la misma forma que he hecho con Angel horas antes.

Bufo por el karma.

—¿Le sirvo la cena, señorita? —pregunta Martha a pesar de haberle repetido infinidades de veces que solo me llame Sky.

—No, esperaré a Daemon —respondo mientras llamo nuevamente a su teléfono.

—Me temo que no llegara, esta mañana ha salido del país, un viaje de trabajo, pensé que estabas informada —cuelgo el teléfono sintiéndome ridícula.

Daemon esta de viaje y siquiera se ha tomado el trabajo de informarme. Niego la cena y subo a la habitación. No sin antes enviar un mensaje a Caroline.

Lo del bar sigue en pie, lo he pensado mejor, me encantaría ir.

Madrugó, despertando sola en la gigantesca cama.

Revisó mi teléfono encontrando la respuesta de mi amiga alegrándose de que allá cambiado de opinión junto a algunas llamadas pérdidas de Kelly, ni rastro de Daemon.

Visto para ir a clase, dejando mi rostro natural. Sin base que oculten mis pecas, o labial que haga mis labios más carnosos.

Desayuno algo de fruta antes de ser llevada a la universidad por Eduard.

En ocasiones me debato si tengo chofer para facilitar mi movilidad o solo es una estrategia de control impuesta por Daemon para saber donde estoy en todo momento.

Como es demasiado temprano como para que comience la primera clase pido al chofer que me deje en una cafetería cerca de la escuela donde hago tiempo, un auto que conozco bastante bien aparca fuera cuando estoy a punto de terminar con mi café, y un rubio bastante conocido ingresa en el local minutos después.

Al verme se acerca.

—Buenos días —saludo mientras abandono mi asiento y salgo del local, pensado que lo deje atrás, pero en lugar de eso ha dado media vuelta y me sigue.

—¿Me estás ignorando? —pregunta y niego con la cabeza— ok, entonces te llevo a la escuela.

—No voy a la escuela —Me alejó más, unos fuertes brazos me elevan del suelo e ingresan en él auto.

—Te llevó a donde digas —No puedo evitar reír.

Observo a Ángel por algunos minutos. No parece estar enfadado conmigo, tampoco me ha reprochado después de mentir diciendo que no lo estaba ignorando.

Llegado a un parque de diversiones, el mismo que vi días atrás y Daemon se negó a llevarme.

Algodón de azúcar, música, risas, camino despacio observándolo todo deslumbrada ante tanta belleza, Ángel camina a mi lado, pero él no parece importarle él lugar, solo me observa a mí.

Me gusta tener su atención, su compañía, aunque me niegue a aceptarlo.

—¿Cuál te gustaría montar primero?

Tantas opciones, montaña rusa, tobogán acuático, entre otras atracciones se encontraban aquí.

Subí una por una, y en cinco minutos, por primeras vez desde que accedí a subastarme, no pensé en nada.

Ningún problema atormentaba mi cabeza.

No pensé en Daemon, ni en que mentira le contaría a mis amigos la próxima vez que hablara con ellos, no pensé en mamá, ni en papá y su estúpida deuda que me han traído hasta aquí.

Mi mente se quedó en blanco y me permití ser feliz.

Mi cuerpo hormiguea por la adrenalina, Ángel sujeta mi mano mientras gritamos.

¿En qué momento decidimos que la casa del terror era buena idea?

El sol se está poniendo, unas llamadas del chofer indica que es tarde, ya vería regresar a casa, pero un no he montado la noria y me niego a irme sin subir.

Montamos en un vagón, el encargado se asegura que la puerta este bien cerrada y pone a andar la atracción.

Como ha comenzado a oscurecer las luces de las demás atracciones brillan volviendo la vista aún más increíble.

Ángel me mira fijo, aunque si lo piensas no ha dejado de hacerlo en todo el día.

—¿Qué me miras tanto?—El rubio sonríe, no puedo evitar perderme en sus labios.

—Me gusta observar las cosas lindas. —Su frase me hace sonrojar, aunque parezca sacada de un libro de típicas frases clichés, su sonrisa aumenta más al ver mi reacción, y sin previo aviso sus labios se estampan contra los míos.

DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora