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Ángel toma asiento, mientras le brindo un show del cual disfrutar.

No bailo para él, bailo para mí.

Las luces, la música, incluso el olor todo me recuerda a lo que conozco por vida, a mi anterior trabajo, Fire, Bruce, Sam, Kelly, a casa.

Siento como si hiciera siglos que no bailara, no es lo mismo en el gimnasio, ahí solo entreno, no siento este cosquilleo en el estómago, mientras entreno, no siento como las miradas de otras personas arden sobre mí piel.

Me gusta provocar, que me deseen, que no puedan apartar los ojos de mí, que jadeen solo con mirarme.

Sudo, y mi cabello rojo se pega sobre mi cara, muevo mis caderas exigiendo los tatuajes en mi estomago, hace unos veinte minutos que me quite la blusa y la lancé hacia el suelo.

Ángel bebé un trago mientras observa, sus ojos brillan.

Me gusta el brillo de sus ojos.

Me gusta provocarlo.

Ya no aguanta más, deja el asiento atrás y camina decidido hacia mí.

Enredo mis piernas en sus caderas, el sujeta mis muslos, su agarre es fuerte, aún así no me hace daño.

Sus labios recorren mi cuello. Siento como su pene roza mi entrepierna.

Lo deseo.

Suelto mis mano del pole dance dejando que él me sujete por completo.

Mis manos viajan a su cuello, nos besamos, el beso es lento, apasionado, lo dejo recorrer cada lugar de mi boca y jugar con mi lengua y labios.

Estoy lista para Ángel, yo necesito juegos preliminares, aún así dejó que el me guíe con su ritmo.

Suspiramos y nos reímos entre besos cuando nuestros dientes chocan, está nervioso, lo veo.

A pesar detraerme a un motel no creo que su principal intención fuera acostase conmigo.

–Te sientes tan bien –habla sobre mis labios.

Mis músculos se tensan, mi espalda se pone rígida y comienzan a llegarme recuerdos de la noche anterior.

Daemon.

Daemon me dijo esas mismas palabras anoche mientras me encontraba en su cama.

Daemon ahora mismo debe estar en su trabajo contando las horas para regresar a casa a verme.

Daemon no se merece esto.

–¿Sucede algo? –pregunta el rubio al notar que no continúo nuestro beso.

–Yo –mi voz se quiebra– lo siento, no puedo.

Colocó mis manos en su pecho apartándolo de mí.

La distancia de nuestros cuerpos hace que la realidad me golpee nuevamente, más fuerte, me segué por el deseo, solo pensaba en mí.

–He hecho algo que no te gustaba, no ha sido mi intención –intenta disculparse aún sin entender la situación.

No puedo mirarlo a los ojos, no puedo estar un minuto más en esta habitación encerrada.

–Necesito salir de aquí.

Comienzo a buscar mi blusa.

–No te vayas así, al menos déjame llevarte de regreso al centro comercial.

Reuní valor y lo miró.

Su erección es algo más que notable.

Mierda, mierda, mierda.

Corro fuera sin despedirme, dejándolo solo en esa habitación roja, mientras acomodo mi cabello.

Camino sin rumbo hasta dar con un taxi que me lleve de regreso a casa.

No entiendo que ha pasado, no quería que te sintieras incómoda.

Me llega un mensaje de Ángel al cual no sé cómo responder.

Quiero llamarlo explicarle la cosas, decirle que él no ha hecho anda malo, que la que está mal soy yo, pero solo oculto el teléfono en el bolsillo y entro a casa fingiendo que nada ha pasado.

DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora