Prólogo

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El sol ya se había ocultado hace muchas horas, el frío viento era tan intenso que provocaba que las ramas de los árboles se doblaran

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El sol ya se había ocultado hace muchas horas, el frío viento era tan intenso que provocaba que las ramas de los árboles se doblaran.

El reloj marcaba alrededor de las ocho de la noche. La mayoría de las personas se encontraban en la comodidad de su casa junto a su familia, disfrutando de una caliente y deliciosa cena. Todos excepto un hombre.

En un viejo edificio en el cual se realizaba ayuda legal, en una oficina vieja con muebles gastados, se encontraba un hombre de cuarenta años.

Su cabello ya portaba algunas canas por el estrés, varias arrugadas ya eran notables y sus ojos mostraban el cansancio de los años.

Todo el lugar estaba en completo silencio, solo se escuchaba el impacto de sus dedos contra el viejo teclado de computadora.

Varias cosas pasaban por su mente en ese momento, pero solo algo lograba atormentar su ser:Una deuda. Una gigantesca deuda que lastimosamente había adquirido. Una deuda que ahora amenazaba no solo con su vida sino también con la de su nueva familia. Familia que está vez se había prometido defender con uñas y dientes.

Trataba de despejar su mente, su tiempo se acababa y aunque hiciera horas extras, no lograba ni juntar la cuarta parte del dinero.

Afuera del lugar, precisamente en el estacionamiento, se acababa de estacionar un Audi A5 plateado. El conductor bajó y caminó hasta llegar a la puerta del pasajero, la abrió y entonces con suma elegancia bajó un hombre de buen porte, cabello perfectamente peinado, traje impecable, muñeca adornada con un lujoso reloj y pulsera de oro.

Acomodó su sacó y empezó a caminar a la entrada de aquel edificio junto a su lacayo.

Pasos firmes y decididos se empezaron a resonar por los pasillos. José dejó de teclear y su cuerpo se tensó al sentir un metal frío en su nuca. Levantó las manos en señal de rendición y se volteó lentamente hasta quedar frente a frente contra su mayor temor.

-Es un placer verte de nuevo, José.

La piel del mencionado se erizó y muchas escenarios en los cuales el final no era nada agradable para él se hicieron presente en su mente.

Intento de hablar, de decir algo en su defensa pero solo salían balbuceos, cosas incoherentes, y aunque realmente lo intentaba, el tener un pistola apuntando al medio de sus cejas, no ayudaba.

»Tú tiempo se acabó. He tenido más paciencia de lo normal. Si no me entregas lo que me pertenece en este preciso momento, todo lo que amas desaparecerá o a lo mejor, tu desapareces - Su tono era brusco y frío, al igual que los mafiosos que existían en las películas.

- P-pero falta una semana -La voz le temblaba y sus manos comenzaron a sudar por los nervios.

Una risa carente de humor salió de los labios de quién consideraba su verdugo. El hombre comenzó a negar, moviendo su cabeza de un lado a otro. Con su dedo señaló la computadora y José, se giró lentamente y miró la pantalla.

Al ver la fecha su corazón se quiso salir de su pecho, su pulso se aceleró y sus ojos se abrieron con horror.

¿Cómo había podido confundir la fecha?

En su cabeza aún faltaba una semana pero la realidad era otra, el tiempo había terminado.

- Solo dame un mes más, prometo que lo conseguiré...

- Promesas, promesas y más promesas. Ya me cansé de que me pidas tiempo, quiero mi dinero en este preciso momento - José tragó saliva con dificultad, estaba en un grave aprieto- ¿Lo tienes o no?.

-No, pero...- El hombre chasqueó los dedos y el seguro del arma fue quitado.

-Fué un placer conocerte... en realidad no lo fué.

El pobre hombre cerró los ojos con fuerza aceptando su destino, su final había llegado y no había esperanza para él.

Su familia se quedaría sola, desprotegida, vulnerable. Se había hecho la promesa de esta vez cuidar a sus seres queridos, se había jurado no volver a perder a ninguno, pero no lo podría cumplir, no si estaba muerto.

Varios pensamientos se adueñaron de su cabeza y entre esos hubo uno que quizás evitaría que su cabeza fuera perforada.

-¡Espera!-Gritó-Sé que tienes problemas, que la policía sigue tus pasos de cerca y tal vez puedas perder tus empresas- Esas palabras solo lograron enfurecer más al hombre-. Escuché que los socios no están de acuerdo a que pongas tus acciones al nombre de tu hijo porque lo consideran inmaduro y tampoco quieren que sea al nombre de tu sobrino porque es demasiado impulsivo. Aunque suene descabellado, he pensado en algo que puede ayudarte mucho.

Su interés fue despertado enseguida. Estaba tan desesperado que incluso hubiera escuchado la idea de un vagabundo.

Hizo una señal para que prosiga.

»Tengo la solución perfecta a tus problemas, sé lo que puedes hacer para que no pierdas absolutamente nada. Se precisamente que puedes hacer.

- Te escucho. Habla antes de que me arrepienta.

- Pero quiero algo - Al ver la sonrisa que se adueñó de los labios de aquel hombre, se puso más nervioso, sin duda lograba intimidar a cualquiera.

Aún con dudas siguió hablando .

»Si logro que salves tu empresa, mí deuda queda saldada y me dejas en paz, a mí y a mí familia.

Asintió.

-¿Qué tienes en mente?.

Aún un poco temeroso sonrió.

-Conozco a alguien que te puede ser útil, y tiene la edad perfecta.

-Conozco a alguien que te puede ser útil, y  tiene la edad perfecta

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