capítulo 2

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Y justo ahí comenzó. Ni muy temprano ni muy tarde, en el momento correcto nuestros caminos se cruzaron para crear una de las mejores historias de amor.💫


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Mí cuerpo comienza a doler como si me estuvieran clavando miles de agujas. Caerse dos veces el mismo día no es buena idea. Apreto los dientes que fuerza para poder soportar el dolor y no ponerme a llorar.

Por la esquina del ojo noto que hay un cuerpo recostado a unos centímetros de mí. Solo se queda ahí  dos segundos y se levanta lo más rápido que puede.

—¡¿Pero qué te pasa, idiota?!— Digo/grito cuando ya no estoy tan aturdida por el golpe.

Pese que me duele hasta la conciencia, me incorporo quedando sentada y con la vista busco mi teléfono, cuando lo veo lo sujeto y lo guardo en mi bolsillo.

Uno ya no puede pararse tranquilamente sin que algún descerebrado la golpee, y luego dicen que la torpe soy yo. A este paso quedaré más plana de lo que soy, tantos golpes terminarán de hundir las aceitunas que tengo por nalgas.

Me levanto del suelo y sacudo el polvo que se adhirió a mi pantalón y mis manos. Observo al individuo que acaba de estrellarse contra mi cuerpo.

Cuando nuestras miradas se encuentra  me siento un poco intimidada, jamás me  había sido observada con tal intensidad, haciéndome  sentir insignificante. Me mira de arriba abajo y luego vuelve a mirarme directo a los  ojos.

Trato de buscar las palabras más ofensivas del mundo y gritarsela para hacerle saber cuán molesta estoy, pero simplemente  no puedo. Mis labios no se mueven, se mantienen cerrados y mis ojos no pueden dejar de ver los suyos.

Es como si mi cerebro se hubiera desconectado y ahora no puedo realizar ningún solo movimiento.

Pestañeo dos veces y como reflejo comienzo a recorrerlo  con la mirada. Observo sus cabellos largos color castaño claro que bien podría confundirse con rubio. Sus gruesas cejas y pestañas largas que acompañan sus ovalados ojos color celeste. Nariz recta pero respingada, labios gruesos que parecieran dibujados, y mandíbula remarcada con una barba de unos cuantos días. Es varios centímetros  más alto que yo, hombros anchos, brazos  notablemente  fuertes y con algunas venas visibles.

—Disculpa. Te advertí  para que te hicieras a un lado pero al parecer no escuchas.

Lo escucho decir, su voz es áspera.

Mis ojos vuelven a encontrarse con los suyos y aún me siento incapaz de pronunciar una palabra ¿qué  me está sucediendo?.

>¿También eres muda? —Coloca sus manos en los bolsillos de su pantalón,  y frunce el ceño molesto.

Espera ¿por qué demonios él es quien está molesto?. Yo debo ser quien esté  molesta, el ha sido quien me ha golpeado sin previo aviso, por más que diga que me advirtió,  pudo hacerse a un lado y esquivarme.

Pestañeo varias veces para volver a mis cabales y poder comenzar a defenderme.

Una sonrisa sarcástica  se posa en mis labios.

—¿Y tú de qué diablos te enojas? No eres tú  quien fue golpeado por imbecil que no puede dominar algo tan fácil  y sencillo como skateboard. Si realmente  eres un inútil  y no haces nada bien, no intentes manejarlo—Señalo el Skateboard que se encuentra tirado a un costado—, dejaselo  a los profesionales y así evitas quedar en ridículo.

De pronto se escucha el típico  "uhh" de cuando hay una disputa. Miro detrás  del hombro del inútil y veo que no está solo, viene acompañado  de dos chicos.

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