34. Dragones Gemelos.

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Cuando la noche por fin cayó ese día, después de conversar un poco y que Sting, Rogue, Yukino, les mostrarán las instalaciones a los invitados, estos partieron a la posada donde el Concejo Mágico les había alquilado habitaciones, ya que en Sabertooth no había más espacio y la casa de los Dragones Gemelos era muy pequeña para que todos entrarán; por suerte, como mencionamos antes, ellos se iban a quedar en una posada no muy lejos del gremio durante la semana completa que iba a prestarle sus servicios al gremio de aquella ciudad.

Así que como era de esperarse ya era hora de descansar, Rogue, Sting, Frosh y Lector arribaron a su casa. Por cierto que está estaba situada casi al salir de la cuidad, por lo tanto ellos vivían en una parte tranquila y la mayoría a su alrededor estaba cubierto de árboles y pasto verde.

— Fro quiere darse un baño — el gatito verde se dirigió a su compañero y este le miró con ternura. Para Rogue, Frosh era la cosa más bonita que había visto en ese mundo.

— Ve entonces — este le contestó.

— Lector — Sting le llamo a su Exceed cuando nada más al entrar se tiró en el sofá mientras se quitaba el chaleco y la camiseta. Su compañero no tardó mucho en darle su atención — Ve a bañarte tú también y ayuda a Frosh, mañana será un día cansado, así que después se me van a dormir — esta vez les dijo a los dos.

— Si, es hora de descansar — Lector le contestó y enseguida comenzó a caminar hacia el baño.

— Fro piensa lo mismo — y diciendo aquello el otro gatito, le siguió hasta perderse en los pasillos de la casa.

Los Exceeds estaban agotados por qué Minerva se los llevo a una misión nada complicada. Por eso ellos no estuvieron presentes, sino hasta que Fairy Tail se marchó.

Rogue se desabotonó su abrigo de arriba y suspiro pesado mientras se estiraba aún de pie en la sala. Bostezo para después pegarle la mirada a su amigo.

— ¿Esa era tu sorpresa? — de pronto le preguntó haciéndolo reír suave. Sting sabía que no tardaría en decirle algo como eso.

— Si — le contestó obvio mientras se quitaba los zapatos.

— No quiero ser malagradecido ni nada, pero para mí la llegada de Fairy Tail no es una sorpresa — le acompaño, pero sentado en el otro sofá frente a él — Para mí solo apresagia desastre por parte de Natsu — comentó por último.

— Pero no puedes negar que es divertido tenerlos por aquí — este le dijo y una vez más pegó su espalda en el sofá para verle a la cara.

— No lo niego — este solo contestó sonriendo de lado y desviando la mirada hacia el pasillo por el qué se iba al baño.

Estuvieron unos minutos sentados en el sofá sin decir nada, pero Rogue comenzaba de poco a poco a inquietarse por la mirada de Sting. No sé la quito de encima ningún segundo.

— ¿Se puede saber que tanto me miras? — lo enfrentó haciendo al rubio inclinarse y poner las manos abiertas en la mesita que los separaba.

— A mí no puedes mentirme — de pronto le dijo con la mirada llena de gracia — Te ví, Rogue, como la mirabas.

— ¿A quien? — este contestó enseguida, pero se hizo el tonto porque sabía exactamente a lo que se refería.

— A Yashiro, ¿a quien más? — le dijo con cierto obvio extendiendo los brazos hacia los lados.

— ¿Qué? Estas alucinando, yo no la miraba — este mintió sin perder un segundo y escuchó al rubio reír una vez más en aquel día.

— Ella te gusta, ¿no es así? — de pronto atacó el rubio y el pelinegro se sonrojo sin quererlo. Aquella reacción había sido automática.

— Sting, para de una vez con tu estúpida broma, apenas si la conozco — sentenció el ojirojo escondiendo su rostro detrás de aquella pasada de mano por su flequillo.

— Pero quieres conocerla más.

Si se trataba de burla hacia Rogue Cheney, Sting Eucliffe era el indicado para hacerlo.

— Escucha — comenzó a decirle más tranquilo cuando vio la mirada asesina que le daba — Yo te conozco, hermano, más que nadie, así que me di cuenta en un segundo. Tú estás muy interesado en saber que hay detrás de su máscara, y no te culpo porque yo también quiero saberlo, pero mi curiosidad no se compara con la tuya. Podría apostar mi vida a qué sientes algo más... tal vez... atracción sobre el sexo opuesto — terminó y le guiño.

El rostro de Rogue reflejaba pura vergüenza tras escuchar las palabras de su Gemelo Dragón. Sting lo había descubierto, pero el no quería aceptarlo y no lo haría frente a él ni en mil años. O eso pensaba.

Sobre los sentimientos del pelinegro, pues estos estaban hechos lio mucho antes y después de aquel beso que se habían dado. En realidad no sabía si Yashiro le gustaba o como había dicho Sting, era pura atracción. Rogue se sentía estúpido de solo pensarlo, pues él jamás tendría tiempo para eso.

— Ya deja de decir barbaridades. Yashiro no me gusta y que si la ví — aceptó por un momento — Solo me llamó la atención el cambio de ropa — confesó.

— Claro, el cambio de ropa — Sting se burló una vez más sacándolo de sus casillas.

Así que allí estaban, ahora los papeles cambiaban, ya que ahora mientras Sting se miraba las uñas vanidoso, Rogue no le quitaba la mirada molesta de encima.

— ¿¡Y que si me gusta!? — de pronto le grito a su compañero lleno de vergüenza. Sentía que su rostro iba a explotar de lo caliente que lo sentía.

— ¡Lo sabía! — exclamó lleno de emoción el rubio y dió brinquitos en la cama hasta quedar sentado con las piernas cruzadas sobre el sofá. Había parecido una chica con aquella reacción.

Rogue hizo un sonido de molestia con la boca y le volteo la cara cruzándose de brazos. El sonrojo no se iba con nada y él quería morir de la vergüenza.

— No pasa nada, Rogue — Sting lo animó — Esto tenía que pasar algún día y me alegra. En serio que me alegra.

— Sting — el pelinegro sonó amenazante — Si te atreves a decir una palabra sobre esto, a quien sea, voy a revelar tú secreto sobre tus sentimientos hacia Yukino.  

Y tras sus palabras, además de sonrojarse el rubio, mejor decidido que ya no lo molestaría más.

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