XX

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—Tócame— pidió con deseo.

A Kei se le secó la garganta ante la orden. 

No se movió de inmediato, se había perdido ante aquella mirada seductora de Hinata. Era incapaz de creer que su aniñada cara, de facciones dulces y espumosas fuera capaz de expresar tan claramente sus deseos carnales más profundos. Ya no había más ojos cándidos ahí, no, ahí había una pequeña flama con ansias de ser avivada. 

Kei con su mano izquerda presionó el pecho ajeno para tumbarlo en el colchón. Imitó a Hinata y se deshizo de su playera del pijama azul que traía, dejando al descubierto la misma cantidad de piel.

Shoyo devoró la vista que le regaló el más alto, pero no demasiado porque la ansia estaba haciendo mella dentro de él. Se le hacía infinito desde la última vez que deseó con la misma ansia tener intimidad con alguien. Bastante. Y Tsukishima se le hacía irresistible justo ahora.

Se estiró hasta poder agarrar por la nuca a Tsukishima y volver a besarlo con algo de brusquedad. Quería besarlo hasta que se le gastaran tanto los labios que doliera hasta el más mínimo rose. No le importaba que mañana todos le preguntaran qué le había pasado. Que las orejas enrojecieran de palabras balbuseadas y pretextos mal hechos para encubrir esa pequeña travesura.

Sabía a dónde iban a parar si continuaban de esta manera. Y los únicos que podrían impedir este acto estaban asando bombones en su patio. Sonrientes e ignorantes de lo que estaba a punto de suceder Tsukishima y él. Estaban completamente solos.

—Dime más, dime lo que te gusta de mi—gimió Hinata entre beso y beso.

Aquella petición sonaba más a una orden, una algo más que egoísta, pero se sentía necesitado de ello. Porque las palabras que salían de la boca de Tsukishima tenían un encanto único y peculiar. Tal vez era esa estúpida manía del rubio de ponerle a todo palabras, altanería y significado. Ahora nacía en él la confianza de exigirle todo esto porque era algo a lo que Tsukishima lo había acostumbrado durante los años que estuvieron juntos. Esta necesidad era tan nueva y resultaba tan gracioso a la vez. El tiempo que Hinata estuvo con Tobio no necesitó nunca ni un murmullo de su parte, cada caricia era más que suficiente. Con Tsukishima era tan distinto, su voz tenía un efecto conciliador que calmaba sus nervios, en los momentos más tensos; por otro lado también encendían su ser.

Kei, débil ante Hinata, le susurra:

—Me encanta tu sonrisa, es amable y cálida—susurró empezando a sacar la parte de abajo de la ropa de Hinata.

Los labios del rubio abandonan los labios de su amante. Descienden lenta y tranquilamente desde su barbilla. Logró quitarle los shorts y los boxers sin mucho problema.

—Tu cuerpo es enloquecedoramente perfecto—continuó el camino paseando por su pecho hasta desender a un jardín anaranjado más privado—, principalmente tus muslos—su voz ronca exhaló en la carne mencionada. 

Hinata tiene esa manía de dormir sólo con su camiseta y unos pequeñísimos shorts, porque el tonto es demasiado caluroso. Aquel casi escondido sitio era algo así como la manzana del pecado, poseía una tonalidad más clara que otra extensión de su cuerpo. Eran firmes y tersos. Cuantas veces fue un fisgón durante las prácticas en sus días de universitario. Más de las que está dispuesto a aceptar. Cuando el pequeño jugador se alzaba entre los aires y la tela de su short era insuficiente para mantener alejadas a las miradas curiosas y hambrientas de los espectadores. Tsukishima apostaría todo a que más de uno en el club quiso algo muy privado e indecoroso con los muslos de Hinata. Ahora todos aquellos podían odiarle por obtener el permiso para ponerles más que los ojos en ellos.

Exhala una vez más sobre ellos antes de probarlos, es que son el plato de entrada a este festín.

Como esas había muchas otras cosas que podría decirle que le gustaban de él. Su habilidad para sacarlo de sus casillas, su voz chillona y algunas veces estresante, la cara tonta que tenía recién despertaba o su desmedida preocupación por la pequeña Hikari. Pero temía que al decirle a Hinata cada una de esas sencillas y hasta tontas razones de bobo enamorado, él tuviera la necesidad que negar sus sentimientos. Así que le cambiaría las palabras por caricias, besos y mimos.

Sol, luna, noche y estrellaWhere stories live. Discover now