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Tsukishima hizo una mueca muy grande cuando escuchó a su antiguo superior pedirle semejante favor. 

—Si pudieras hablar con él, aún si fuera un poco sería de gran ayuda—dijo Sugawara con su usual amabilidad—. Él no ha querido probar bocado desde quien sabe cuando. Si sigue así me preocupa que enferme. 

Por los recientes acontecimientos, Suga había viajado desde Miyagi dejando todas sus obligaciones de estudiante de medicina a un lado para estar con Hinata y alentarlo un poco. Lo que no estaba funcionando, no a Suga ni a nadie del equipo que estuvieran cerca. 

—¿Yo soy su mejor opción ahora? No sé en qué están pensando pero opino que la última persona que el desearía ver sería yo—dijo Tsukishima.  

Suga inmediatamente cambió su rostro tranquilo a uno lleno de aflicción, entendía el punto pero: 

—Nada perdemos con intentar—extendió las llaves de repuesto de las que se había logrado hacer dueño, también le entregó unas bolsas llenas de comida—. Tú eres nuestra última esperanza, eres su compañero de universidad y vecino. Por favor. 

Incapaz de ir en contra de las buenas y desesperadas intenciones de su sempai, aceptó la gran misión de visitar a Hinata. 

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Aún cuando ingresaron a la misma universidad y se volvieron vecinos, Hinata y Tsukishima no se volvieron muy unidos. Las únicas charlas que llegaron a tener era cuando estaban en el club y por lo regular eran temerarias discusiones. Sí, ellos simplemente no podían llevarse bien. Tal vez esto de debía a sus naturalezas opuestas, Hinata fue dotado con una energía fastidiosamente desbordante que era capaz de absorber todo a su paso como un huracán. Las personas se quedaban atrapadas en sus garras. Sin darse cuenta, sus ojos desafiantes dejaban embelesados a quienes tenían la osadía de verlos directamente. 

Y por el lado contrario esta Kei, quien tenía un innato don para pasar desapercibido aún con su casi metro noventa. El odiaba lidiar con el mundo, por lo cual no podía evitar ser sarcástico si la atención se posaba en él. Por ello se le hacía pésima idea que precisamente él tuviera que ir a visitar a Hinata y no cualquier otro del Karasuno. 

Además de que la situación superaba las capacidades de Tsukishima, no sabía como enfrentar a un destrozado Hinata. Sabía que en ese momento Hinata necesitaba de amabilidad y dulces palabras que lo ayudaran a sobrellevar aquel momento de sufrimiento, caricias tiernas acompañadas de un "todo va a estar bien". Era una inocente mentira que Tsukishima era capaz de cantarle.   Simplemente no podía dárselo.

El número 217 en la puerta le indicó que aún con sus negativas ya no tenía la opción de arrepentirse.

No sintió correcto entrar así sin más, por lo que tocó la puerta ignorando la llave que Suga le había confiado. Por suerte Hinata abrió al primer toque. 

—Tsukishima—lo nombró con la voz quebrada. 

Sus ojos alcanzan a ver un pañuelo, uno bastante usado, en su mano izquierda "Estaba llorando" dice Kei en su mente. 

Se permite mirarlo y la imagen se le hace horrible. Bajo sus orbes almendradas cuelgan unas bolsas bien coloreadas de negro, le gritan que no ha dormido bien esos días. Sus labios son incapaces de formar aquellas clásicas sonrisas que siempre lo acompañan. 

—Sugawara me pidió que te trajera esto—le extiende el paquete. 

Hinata no dice nada, toma la bolsa sabiendo perfectamente lo que es, ha estado recibiendo las mismas entregas toda la semana. Y al igual que a sus compañeros, tan pronto son depositados en sus manos llegan a la mesa de la cocina donde aguardan intactos y olvidados tristemente. 

—¿No vas a comerlo?—pregunta Kei—. Está aún caliente— intenta sonar agradable, un terrible intento. 

—Lo haré más tarde—responde con hastío, es claro que miente. 

Kei desea resignarse, mantener en su mente la idea de "es su problema si no quiere comer" y permanecer lo más alejado posible de la situación, porque es lo que su razón le dicta hacer, mantenerse alejado de los problemas personales del que es sólo su "compañero" de equipo. 

Pero sus emociones lo obligan a agarrar de la muñeca a Hinata. Puede notar como ha perdido más que un par de kilos, no entiende como es posible en aquella pequeña cantidad de tiempo. Se le hace enfermiza la idea de que pueda ser tan negligente con su propio cuerpo. Su faceta de indiferencia es abandonada cuando la ira comienza a circular por sus venas. Las palabras en su boca no se restringen a decirle más de una verdad, aún si con ello lo lastima más. 

—¡¿Piensas dejar de comer hasta quedarte en los huesos y morir?!—grita furioso—. ¡Pensé que hasta para tu estupidez había un límite!— lo agarra por los cabellos para ponerlo cara a cara con su imagen reflejada en un espejo de la pared—. ¿Es que no ves lo mal que estás? 

Hinata aprieta los dientes, enojado por el atrevimiento de Tsukishima. Con la fuerza que le queda hace que lo suelte. 

—Eres igual que todos, diciendo que debo de seguir, pero nadie se pone a pensar en lo que estoy sufriendo realmente—grita con la misma cólera que Tsukishima— ¿Sabes que se siente perder para siempre a la persona que amas?

—Por supuesto que no lo sé, ninguno de nosotros puede entender lo que estás sintiendo—trata de volver a su calma—. Sin embargo nosotros...

Tsukishima se soba las sienes, sabe que todo esto se le está yendo de las manos porque no encuentra las palabras indicadas para que Hinata pueda entender que: 

—Nosotros estamos realmente preocupados por ti, porque tú sigues vivo. Si crees que nuestra preocupación es un maldito problema para ti entonces discúlpanos por molestarte. 

Aquellas palabras bruscas y agresivas hacen que Hinata se de cuenta de lo malagradecido que ha sido con todos sus amigos. Quienes se plantan en su puerta día con días desde que Tobio murió  para asegurarse que está bien y que no le falte nada. En vez de enojarse como tonto debería sentirse afortunado por tener a un montón de personas que está ahí para él. 

—Duele—exclama Hinata mientras aprieta fuertemente su playera a la altura donde está su corazón—, duele demasiado y no sé como hacer que se detenga. 

El llanto que tanto le había costado frenar se desemboca fuerte, sonoro y doloroso.  

Ver la cara llorosa despiertan en Tsukishima una gran variedad de sensaciones que en ese momento no es capaz de describir. A pesar de sentirse enternecido por Hinata, su carácter frío no deja dar rienda suelta a acciones melosas. Tampoco cree que Hinata sería capaz de aceptarlas por lo que se resigna a ser quien es. 

—Deja de ser tan cabeza dura y come algo—con su dedo índice le propina un pequeño golpecillo en medio de la frente—, piensa que lo último que ese rey quiera es ver a su súbdito favorito en un estado tan lamentable. 

La acción descoloca a Hinata, no sólo porque es Tsukishima quien lo reprende sino porque al fin alguien es capaz de darle un poco de paz a su roto corazón. Un regaño parece ser lo que necesitaba.

—Vale—afirma Hinata aún llorando, Kei cree que es inútil pedirle que deje de hacerlo así que no le dice nada respecto a sus lágrimas. 

Puede sentir su misión terminada cuando ve al bloqueador sentarse de buena gana en la mesa, con un férrea disposición para comer.  

Antes de salir del sitio los recuerdos lo asaltan.

"Si hay algo que Hinata detesta es comer solo" 

Suspira con fatiga. 

Seguro va a arrepentirse de esto toda su vida. 

—Pensé que ya te ibas—dice Hinata cuando Tsukishima toma asiento en su mesa. 

—No confío que puedas hacer algo tan sencillo, después de todo eres un idiota—responde con altanería. 

En su mente, Shoyo recita un cálido "gracias"  para Kei.

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Espero que les guste mucho, nos vemos pronto. 

Sol, luna, noche y estrellaWhere stories live. Discover now