XI

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3 semanas

¿Por qué el supremo creador no le agregó un botón de apagado en los bebés? porque Tsukishima Kei de haber tenido ese supremo poder habría realizado tan trascendental acto.

Los primeros días que Hikari llega a la casa la convivencia entre los tres resulta ser muy agradable.  Tsukishima podría hasta decir que no había ningún bebé en el lugar, la mayor parte del tiempo ella solo duerme y el poco rato que se despierta es para que su mamá la alimente.

Sin embargo terminando la segunda semana, la niña es una máquina de llorar tan incontenible como el movimiento de las olas, sólo que esta no es una inofensiva marea sino todo un Tsunami que asalta su casa. No tiene nada malo, según el pediatra, son los comunes cólicos provocan malestar en Hikari y el con el tiempo se quitarán; o tal vez porque aún no se acostumbra a estar afuera, el estrés que causa la vida fuera del vientre materno.

—Tranquila—susurra Hinata, más dormido que despierto.

Pero las palabras tienen el efecto contrario y Hikari suelta un alarido gigante. Kei no entiende cómo tiene energía después de tanto llanto, la mitad de la suya es drenada en existir nada más, bueno, se le olvidaba que era descendencia del dúo raro. Además de que la pequeña bribona recarga sus energías durante el día, porque ella duerme desde las cuatro de la mañana hasta las cuatro de la tarde, haciendo pequeños intervalos para comer y defecar.

Ahora Bokuto, Lev y Kuro parecen ser buenas y decentes personas silenciosas, incluso tentadores compañeros de cuarto, porque no cree que ninguno de ellos sea capaz de mantenerlo despierto por seis noches consecutivas. Ni siquiera sus cascos lo deja conciliar el sueño, ese llanto es como la sirena de las ambulancias.

—Hola, mamá—contesta su teléfono, su mamá tan puntual como siempre con su llamada semanal.

—¿Llamo en mal momento?—pregunta, imagina que su voz ha sonado más "encantadora" que de costumbre.

—Si...no, algo difícil de explicar—su cerebro va a explotar en cualquier momento por la falta de sueño y no sabe qué consecuencias vendrán de ello—. Tienes que decirme que yo era un bebé tranquilo.

Tiene que decirle que era un costal de arena que apenas era notado, por piedad, porque no se imagina a él siendo una molestia para su mamá y haberla privado de dormir por días.

Su mamá se ríe desde el otro lado del teléfono.

—Cariño, tú llorabas tanto que un día Akiteru te puso en una canasta e intentó dejarte en la puerta de los vecinos—dijo con nostalgia y risa suave—. Eras muy llorón, envejecí diez años en esos días de lo poco que dormía.

No supo si sorprenderse por la idea de que él también fue un dolor en el trasero de sus padres o porque su fastidioso y amoroso hermano mayor intentó deshacerse de su persona, ahora podía molestarlo un poco cuando lo viera.

Kei dejó que su madre le contara más historias de su "yo" pequeño, desde la vez que le dio un susto de muerte por un resfriado hasta que odiaba las papillas de brócoli con espinaca, hasta que se hizo muy tarde y él no se sintió en el derecho de quitarle más sus merecidad horas de descanso.

—Espero que se solucione pronto lo de Hikari-chan.

—Eso espero—dice con la cabeza pegada en la mesa—. Perdón, por haberte hecho pasar por ello cuando era pequeño.

—Es parte de ser mamá, Kei—respondió—.  Al final descubrimos que no te gustaba dormir en la cuna sino con nosotros, justo en medio de tu padre y yo para ser exactos.

Terminó su llamada con un "descansa".

Agradecía que las paredes fueran gruesas, de lo contrario estarían ya buscando otro lugar para vivir. Sus vecinos no eran las personas más pacientes de mundo. En el complejo era habitado por personas mayores, de esas que huelen a muerto y que se molestan por la mínima cosa como no ir a la junta de los vecinos el fin de mes. Pero el lugar era bonito y estaba en una buena ubicación, por lo que se comprometieron a ser inquilinos tranquilos y responsables con tal de obtener el lugar.

Sol, luna, noche y estrellaWhere stories live. Discover now