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Ignazio estaba furioso, decepcionado.  No dejaba de gritar en italiano palabras que no dudaba que fueran groseras. Lo comprendia muy bien, pero por más que ese fuera el caso no podia dejar que perdiera el control.

Lo tomé del brazo y comence a acariciarlo.

-Para Ignazio, hablen mejor.- me aferré a él como garrapata. Y seguí hablandole despacio y con calma.- Puede haber una explicación.

-¿COMO UNA EXPLICACIÓN?

-Bueno, tienen sus razones. Ya son adultos.- Ignazio soltó un largo suspiro y pasó sus manos con frustración por el rostro. Estaba muy alterado.

Lo llevé hasta el sofá e hice que se sentara para tranquilizarlo.

-Adrienna, porfavor.- no necesité más palabras. La joven con lagrimas en los ojos se dirigió a la puerta con su acompañante.

Al llegar a casa nos encontramos con un panorama totalmente sorpendente. Adrienna estaba sobre en sillón desvestida hasta la cintura con chico desconocido. El problema para ignazio no fue el joven, sino el hecho que su hermana no respetara el hogar en el que viven como familia, su confianza como hermano y su cuerpo como mujer.

¿Quién era ese chico? Le escuché preguntar y ella no supo responder. Era obvio que estaba pasada de copas.

Me entristeció, ella era como mi hermana ahora.

Salí a la calle para dejarlos solos, necesitaban platicar como hermanos. Lo necesitaban.

No dudaba que Ignazio guardaria el control y que ella recobraria la postura.

Por suerte llegamos a tiempo para que no fuese a más.

Decidí caminar un poco en aquellas calles sicilianas. Llegué a un puesto de comidas dulces y me senté a esperar.

No tardé nada en comenzar a dibujar sobre una servilleta, me encantaba aquello. La musica y el dibujo son las dos cosas que me han acompañado por más tiempo.

Ambas son somo yo, hay de todas formas y colores. De diferentes gustos y tonos. Mi caracter es diferente en cada ocasión, puedo reaccionar de diatintas maneras aunque siempre trato de ser predecible. Me gusta estar en tranquilidad conmigo misma.

La mesera del puesto se me acerca y con una sonrisa me pregunta si pediré algo. Pido un café para la fria noche.

De mi bolso saco un libro de bolsillo, de esos que son tan pequeños como el alma de trump.

Hojeo unas cuantas paginas hasta que la chica llega con mi pedido.

-grazie.

Pasa no mas de hora y media. Mi telefono comienza a sonar.

-¿Aló? Cariño, aquí cerca... En un di caramelle...Sí... Nos vemos.

Cuelgo, y sigo leyendo mientras espero a que Ignazio llegue por mí. Su voz está mucho mas tranquila e incluso pude percibir un poco de entusiasmo en ella.

Me sobresalto cuando una mano se posa en mi hombro.

-Disculpa.- Dice ignazio cuando se sienta frente a mi. Una sonrisa se posa en su rostro.

Melodías del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora