16

191 25 9
                                    

-Lo sé...-Rascó su cabeza con nerviosismo-. Gracias por lo de antes, me han dicho los chicos que me has cuidado.

-Sí, eso no es nada. Lo haría siempre-. Una pequeña y tímida sonrisa se formó en su rostro. Quizá con esperanza de ser perdonado, que dajara lo que vi de lado y me lanzara a sus brazos. Lo pensé, sentí que sería la mejor idea. Pero no lo hice.

-Sí, lo de antes...- Se notaba en todo que estaba nervioso, sus manos inquietas hurgando en su cabello, sus pies noviendose temblorosos y su hablar me lo demostraron.-Quiero explicar eso.

-Escucho.- Me mantuve firme, sí bajaba una, aunque sea una sola de mis defensas terminaría llorando. Porque así he estado estas últimas horas, deprimida y entre lágrimas.

-No se como empezar...-Tartamudeó un poco, tomó aire por la boca esperando que eso le diera ánimo para continuar. Vi como tomaba una postura más firme para conseguir hablar.-¿Podemos hablar en un lugar más privado?- Miré alrededor, lo cierto era que habían muchas personas caminando de un lugar a otro, las personas del equipo pasaron junto a nosotros y saludaron. Estabamos a mitad del pasillo, no era el lugar indicado.

-Esta bien-. Comencé a caminar, si quería hablar conmigo tendría que seguirme. Ahora era yo quién decidiría si contunuar o no. Caminé hasta llegar a un ascensor que nos llevaría hasta la planta de nuestras habitaciones. Cuando las puertas se abrieron Piero Y Gianluca me miraron sorprendidos. Con los ojos abiertos miraron perplejos a su amigo y luego a mí. No parecían comprender, pero tambien se atisbó una pequeña sonrisa ladina en sus rostros, esperando lo mejor. Quizá creyeron que todo se habría arreglado, que ya estabamos bien. Pero no hablaron, sonrieron plenamente y salieron para dejarnos pasar. Ya estando dentro solo los visualicé conversando en un pequeño circulo confidencial y seguir sus caminos.

Arriba caminé, noté confusión en el rostro de Ignazio cuando no paramos en ninguna habitación y seguimos de largo. No preguntó, solo caminó a la par de mi.

Llegamos a la terraza dondo esa noche hubo la fiesta, con la excepción de que a la luz del día y estando limpió parecia un lugar agradable para tomar el té y pasarla con tus amigos.

Noté confusión en su rostro, parecía no entender porqué lo lleve hasta ahí, y en el fondo tampoco lo sabía.

Nos sentamos en una mesilla con vista a la ciudad y esperamos un momento antes de continuar, tenía miedo de seguir hablando.

-Mira...-Comenzó a hablar rompiendo el silencio.-Sé que piensas que soy un idiota, yo tambien lo creo-. Asenti y seguí escuchando.- Lo que hice no tiene justificación... Bieno, si la tiene.

Lo miré expectante, realmente quería saber sus intenciones. Quería que se sincerara conmigo. Estaba afligido, me miraba con los ojos entornados y con pesadez.

-Estabamos los chicos y yo disfrutando, nos invitaron a una fiesta con varias personas y comenzamos a dejarnos llevar...- Su voz sonaba entrecortada y rasposa, nada parecida a la vibrante voz que siempre tenía. Le pesaba hablar de ello, le apenaba y le corrompía el sólo pensar en eso. Tragaba saliva al cada deternimadas palabras-. Bebimos mucho, los chicos se controlaron pero yo perdí el sentido. Sabía que no debía beber más... Lo sabía y aún así lo hice.- Estaba regañandose y lamentandose al mismo tiempo. En ese momento quise detenerlo, sobarle la espalda y decirle que todo estaba bien, que no se preocupara porque todo mejoraría. Pero no fue así.

Melodías del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora