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Como era de esperarse solo fue cuestión de minutos para que todos en producción comenzaran a hacer declaraciones sobre nosotros, se corrieran chismes y nos volvieramos la comidilla del grupo. A pesar de aquél escenario un tanto romántico y descabellado, lo nuestro no ha continuado. Fue un buen inicio, o quizá un buen final, pero hasta ahí.

Nos regresamos todos juntos al hotel y podría asegurar que todos estabamos de mejor humor a pesar de los chismes incipientes.

-¿No tienen ganas de comer algo?- Ignazio parecia mas animado que horas antes o un par de días.

-¿Pizza?-Preguntó Piero. Su amigo lo miró con la nariz funcida y negando.

-Hermano venimos de Italia, no comeremos eso aquí... ¡ALGO MEXICANO!

Terminamos de decidir y en camino nos desviamos en busca de comina regional. Tardamos apenas unos minutos ya que se nos hizo más fácil buscar lugares por internet.

Entramos a un restaurante adornado con sombreros y telas coloridas con tintura mexicana. Las personas que nos atienden son agradables y auténticos lugareños.

-¿así que vienen de Italia?- El hombre mayor que nos atiende resultó ser el dueño y encargado. Hablaba hasta por los codos y su mujer lo regañaba cuando molesta demasiado.

-Sí.- Responde Gianluca quién es el que más parece interesado en la conversación del señor.

-¿Cómo es que hablan tan bien el español? Yo me los imaginaba hablando así, con un acentini italiani...

Comienzo a reír y los chicos también lo hacen, cuando su mujer llega con nuestros pedidos le suelta un manotazo en reproche.

-Bueno, los dejamos de molestar. Disfruten.- La pareja se despide y nos deja con la sorpresa de grandes platillos con pinta de ser deliciosos.

-No creo poder con tanto.-Digo mirando a mi plato.

-Si no puedes te ayudamos.-Piero se ofrece. Si algo se de estos chicos es que adoran comer por igual.

Comemos a gusto y charlamos. Los chicos terminan peleandose por la última pieza de mi plato y Gianluca los regaña. Al retirarnos los dueños del local nos piden una foto de recuerdo y quedan felices por tener visitantes extranjeros.

Llegamos al hotel para arreglar nuestras pertenencias. El viaje ha terminado y tenemos muchas cosas por hacer. Papeleos, grabaciones, entrevistas y más giras. Tenemos agenda llena para todo el mes, y el que sigue.

Entro a mi habitación y me tiro sobre la cama. Saco mi teléfono y comienzo a revisar las fotos que tengo guardadas. Ahí encuentro más de los chicos en presentaciones que mías propias. Me da algo de gracia mientras paso detenidamente por ellas y observo sus rostros desprevenidos capturados e inmortalizados en la fotografía. Paso a otro álbum y en él encuentro fotos mías y de Ignazio. Cenando, en el departamento, con Adrienna y los chicos. Me entra sentimiento y ternura al ver nuestros rostros vibrantes, sonrientes y radiantes. Nos veo tan juntos y felices que me hace sonreir mientras veo las fotos.

Poco a poco la felicidad y ternura se va convirtiendo en dolencia y tristeza. Aquellas fotos  van volviéndose menos frecuentes y más distantes.

¿En que momento nos alejamos tanto?

Me pongo a pensar, caigo en cuenta que entre más reconocidos se volvían los chicos más tiempo pasabamos separados y discutiendo por cosas sin sentido. Me la pasaba buscando tantas maneras de hacerlos resaltar que me olvidaba que ellos eran parte de mi familia. Una opresión en mi pecho se hace persistente y me obliga a dejar las fotos de lado. Me concentro en un punto fijo en el techo para aclarar mi mente. Trato de olvidar las fotos pero mi mente vuela a la escena presenciada en la mañana. Una sonrisa boba se forma en mi rostro y revivo el momento una y otra vez.

Melodías del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora