El suave viento de la tarde le acarició el rostro. Karin miró el cielo, que estaba azul con pocas nubes, hermoso y brillante. Trató de sonreír, no le fue posible. Echó un rápido vistazo a su alrededor encontrándose con un sinfín de lápidas, que pertenecían a miembros de la organización.
Infernum tenía su propio cementerio privado para que cada uno de ellos reposara ahí.
Cuando muriera, ella tendría su propia lápida con su propio ángel triste y andrógino. Y quizá alguien vendría a llorar su muerte. O no.Karin se arrodilló para colocar el ramo de rosas blancas en el florero sobre la lápida de su antigua tutora. Katherine había sido una excelente amiga, madre y consejera. La única familia que conoció, hasta que... El recuerdo de su Prueba Final llegó a ella, atravesándola como un rayo.
Había sido dolorosa y atroz. Un maldito baño de sangre que aún le robaba el sueño.
Ella no había querido matarla, Dios sabía que no. Trató por todos los medios de evitarlo, pero cuando Obito dio la orden y los Nueve Círculos y Escuadrones comenzaron a exigirle valor, cuando Katherine se lanzó en su contra gritando y queriendo matarla, Karin no tuvo otra opción que jalar el gatillo.
«Te quiero, cariño. No me olvides». Había susurrado mientras moría, temblando en su regazo, pálida y fría. Y Karin lloró amargamente viendo cómo la vida abandonaba sus preciosos ojos grises.De nuevo, ella estaba sola.
—Hey, Kath. —Su propia voz le pareció baja y dolorosa, como todo en su vida—. Te traje flores. Yo sé que amas las malditas cosas, jamás pude entenderlo, pero ¿a quién diablos le importa? —Rio entre dientes—. No tenían tulipanes, así que...
Karin se tragó un sollozo, respirando profundo y apretando los párpados para no llorar. Esto era difícil. ¿Cómo fingir que estaba bien cuando su corazón se desgarraba y la culpa la consumía lentamente? Ella aún no podía dormir en paz. Por las noches seguía viendo el rostro inerte de Katherine, escuchando sus murmullos, aún sintiéndola temblar en sus brazos mientras la vida se escapaba de ella como un suspiro.
Entendía los motivos del Fundador para forzarlos a enfrentarse en un duelo a muerte con sus maestros: él quería hacerlos inclementes, convertirlos en máquinas asesinas sin remordimientos.
Si podías matar a la única persona que te había demostrado amor, entonces podías hacer cualquier cosa. Pero ella no lo aceptaba. Tenía que haber otro modo, ¿verdad?, de convertirlos en lo que el mundo necesitaba: sus jodidos, muy-malditamente-jodidos, salvadores. Superhéroes sin capas. Caballeros sin armaduras. Lo-que-fuera. Tal parecía que no.
Y de haber otra forma, a nadie parecía importarle. Ella no tenía que ser la excepción, pero lo era. Como en tantas cosas.
Karin abrió los ojos, limpiándose las lágrimas que sin darse cuenta había comenzado a llorar. Ella no era débil, no desde hacía algunos años. Ella no tenía por qué... Llevándose las manos a los labios, los cubrió para evitar que los amargos sollozos salieran.
«Lo siento mucho, Kath. Yo no quería...». Pero lo había hecho, era todo lo que importaba.
—Dios... Lo siento, lo siento, lo siento tanto... Tanto, tanto... Yo solo...
Karin gimió rodeándose el abdomen con los brazos para proporcionarse un fugaz consuelo. Lo necesitaba, justo ahora, más que nunca. Pero otra vez, no había nadie ahí para ella. No lo hubo durante la infancia y tampoco ahora en su adolescencia. Ella podía jurar que no lo habría jamás. Se encontraba condenada a estar sola.
—Tengo que irme, Kath —susurró levantándose y se sacudió las ropas—. Volveré pronto y con tulipanes.
Le dio un vistazo rápido al cementerio y salió arrastrando los pies con las manos en los bolsillos. Esto era una mierda, todo. Y ella lo odiaba.
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BESTIA (Adaptación)
RomansaConocido como Bestia Suigetsu Hozuki solo vive para una cosa: venganza disfrazada de justicia. La misma por la que rogó y nunca tuvo.y no descansará hasta obtenerla sin importar el costo.Sin embargo ,después de una misión fallida en la que su jefe...