Capítulo 21

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En medio de su pequeña, pobre y desordenada habitación, Tenten  entrecerró los ojos sobre Sai Miyake, su mejor amigo, quien se encogió de hombros dándole una pequeña sonrisa avergonzada.

—Lo siento, Ten- chan, no fue mi intención herirte —dijo y su voz sonó sincera.

Tenten respiró profundo y trató de ignorar el dolor dentro de ella, que crecía cada vez más. Luego de cinco semanas, ella continuaba sin entender los motivos de Suigetsu  para besarla y también dejarle abandonada en el parque, completamente confundida.
Quizás fuera un poco estúpido, pero ella había sentido una conexión entre ambos que él rompió de forma inexplicablemente dolorosa.

—No importa, estoy bien.

—Eres una horrible mentirosa. —Sai  se movió sobre la cama y la rodeó con sus brazos, apretándola fuerte contra su pecho, al igual que cuando ambos eran niños—. Vamos, sácalo.

—Es estúpido.

—No lo es si te duele. —Él casi susurró las palabras—. Yo estoy aquí, Ten-chan, yo estoy aquí.

Esas palabras la rompieron, como cada vez. Tenten  contuvo la respiración, luchando contra las lágrimas. La voz de Sai era suave y sus labios murmuraban sobre su cabeza, repitiéndole lo mismo, una, otra, otra y otra vez, como en el pasado. Y Tenten de nuevo se sintió pequeña e indefensa, incapaz  de defenderse. Tan sola, triste y rota... Y como en aquellos oscuros años, su única luz era Sai, de nuevo. Porque él siempre estuvo ahí, a pesar de las circunstancias y de su propio sufrimiento.

Otra vez, Tenten era una niña encerrada en una habitación pequeña y oscura, temblando de miedo y frío, abrazándose a sí misma, esperando por un nuevo cliente al que sería obligada a atender. Uno que no tendría piedad y no escucharía sus súplicas. De nuevo, Tenten  lloraba en silencio, con el dolor rompiendo cada uno de sus huesos y la sangre manchándole las piernas... Y de nuevo, la puerta era abierta por un niño tan solo un año mayor, que le sonreía con timidez mientras se acercaba hacia ella para rodearla con sus brazos. «Estoy aquí», murmuraba sosteniéndola fuerte, a pesar de que su propio cuerpo sangraba. Y Tenten solo podía preguntarle cuándo acabaría. Porque el infierno era insoportable y ella ya no deseaba vivir.

Lo había hecho, no obstante, cuatros años después. Gracias a Suigetsu  ella había podido pagar las deudas de ambos.

—Los hombres son idiotas. —Sollozó—. Tan idiotas...

—Yo soy hombre también, Ten-chan...

Ella alzó la cabeza para mirar dentro de sus oscuros ojos y le sonrió, con las lágrimas mojándole las mejillas.

—Tú eres una clase distinta de hombre.

—Ah, sí, ¿y cómo es eso?

—No eres idiota. —Medio rio, medio lloró—. Y no rompes el corazón de ninguna chica.

—Bueno...

—Tú no besas chicas en un parque y luego te vas y las ignoras por siempre...

—Conque eso pasó. ¿Quién es él?

Tenten titubeó. A pesar de su rostro usualmente sereno y su actitud pacífica, Sai podía llegar a ser peligroso cuando sus seres amados eran heridos. Él se transformaba por completo y luchaba con garras y dientes, demandando una sangrienta venganza. Ella no dudaba que, de saber sobre Suigetsu , iría por él para matarlo a golpes. O al menos intentarlo. Una vocecita interior le dijo que él terminaría herido si lo intentaba.

Suigetsu  tenía una ferocidad en sus ojos que Tenten asociaba con una bestia implacable a la que no se debía provocar.

—Nadie...

BESTIA  (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora