3.- El anuncio del torneo

2.7K 148 114
                                    

Yugi respiró profundo pensando seriamente en darle un descanso a Atem. El faraón parecía haber encontrado la manera de dominar él mismo la llave del milenio desde el cuerpo de Yugi, de manera que el pequeño pudiese ir familiarizándose con el poder del objeto sin sufrir las consecuencias de la magia milenaria de su propio artículo. Portar el rompecabezas muchas veces llevó al pequeño al límite, lo mejor sería probar fortuna primero. Por un instante, ambos se sintieron de vuelta al tiempo en el que Atem tomaba el control del cuerpo de Yugi para jugar los duelos de las sombras.

Ambos sonrieron cómplices. Atem sentado en la cama, con los ojos cerrados, concentrado en seguir moviendo el cuerpo de Yugi mientras el pequeño se familiarizaba con el poder de su llave. Cuando el faraón por fin soltó al pequeño y volvió a abrir los ojos, ambos sonrieron sin saber qué hacer con el silencio que se abrió paso entre ellos.

— ¿Sabes? —Murmuró Yugi con media sonrisa. —Si no tuvieras tu propio cuerpo, podría decirse que nada ha cambiado. Aún te siento aquí. —Dijo al final posando su mano abierta en el centro de su pecho.

—Hay muchas maneras de ir al centro de tu corazón, Yugi. No me he ido.

—Lo sé.

Intercambiaron una sonrisa más antes de que el pequeño mirara el reloj en la pared y sonriera con malicia a su Yami. — ¿Es hora? —Murmuró Atem resignado.

—Es hora.

.

3.- El anuncio del torneo

.

Tea se sonrojó ligeramente al ver aparecer a Yugi y Atem por la entrada de la escuela. Mientras que el pequeño cargaba el maletín a un costado y hablaba alegremente, el mayor llevaba el maletín al hombro y miraba a su opuesto con una sonrisa tranquila, prestando atención a cada palabra que Yugi decía.

Era curioso, Yugi siempre había tenido a Atem consigo. Tea recordó un momento en el que el pequeño había llegado a la escuela con una sonrisa radiante, hacía movimientos espasmódicos con los hombros, como si estuviera riendo en silencio y luego componía muecas o sonreía ampliamente, tan ampliamente que Tea sabía que debía haber una razón muy fuerte. Ahora que lo veía hablando con el faraón, con aquella desfachatez y desenfado, supo perfectamente que todo el tiempo que Yugi permanecía en silencio en realidad lo pasaba en grande con Atem.

Hubo un momento en el que ella supo que estaba enamorada de uno de los dos. Ahora que los veía lado a lado no le quedaba duda. Sabía de cual.

Los saludó con el entusiasmo habitual hasta que llegó Kisara, acaparando la atención de ambos tricolores, consiguiendo que la castaña se enfurruñara y se diera la vuelta para ir al salón de clase. Y aunque ambos tricolores notaron la actitud de su amiga, decidieron que lo mejor era dejarlo pasar por el momento. Tenían varias cosas en lo qué pensar.

Cuando ocuparon sus respectivos lugares en el aula y Tea por fin pudo cambiar su atención a sus amigos, se sonrojó hasta las orejas al ver a Atem ajustarse unos lentes de marco negro y comenzar a ojear su cuaderno.

—Faraón... —Murmuró sorprendida. —Desde cuándo usas lentes.

—Desde ayer. —Murmuró resignado volviendo su atención al cuaderno. Yugi miró a Tea y le ofreció una sonrisa de disculpa.

—Está enojado. Fuimos a la enfermería y lo mandaron al oftalmólogo, dijeron que sus dolores de cabeza no podían deberse a muchas cosas y ahora debe usar lentes para leer, mientras esté en clases al menos. Pero no le gusta la idea.

—Tampoco me gusta que hablen de mí en mis narices. —Murmuró Atem entre dientes, dedicándole una mirada de reojo a Yugi, como tratando de pedir explicaciones. 

El regreso de las sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora