12.-El ojo del milenio

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Atem terminó el duelo en un movimiento rápido y consiguió que el marcador de su oponente cayera a cero. El faraón suspiró adquiriendo el ritual y sonrió para Duke, quien le mostró pulgares arriba.

—El siguiente duelo está a tres calles de aquí. —Anunció el azabache guiando a Atem por entre la gente, en dirección a un centro comercial.

—Vamos.

—Por el dragón santo... —Murmuró Mahad alcanzando a Atem, tanto él como Ishizu habían trotando en su dirección, el mayor se recargó un momento en sus rodillas, tratando de recuperar el aire que había perdido por la carrera.

Ishizu se llevó una mano al collar y suspiró aliviada.

—Los hemos estado buscando por toda la ciudad. —Reclamó la egipcia. —No debieron salir así de casa, nos tenían preocupados y el collar no hace otra cosa más que darme dolores de cabeza.

—Hay demasiada magia oscura de por medio como para que los artículos funcionen de forma adecuada. —Afirmó Mahad una vez que se repuso del cansancio. —No debería salir solo de casa, ni usted ni el joven Yugi.

—¿Dónde está Yugi? —Murmuró Ishizu mirando a su alrededor.

—Ah, mira. —Exclamó Duke sonriendo de oreja a oreja mientras revisaba la pantalla de su celular. —Justamente está ganando su propio duelo. Vaya combo. Poner una trampa dentro de los sombreros mágicos y ocultar a sus magos al mismo tiempo. Por algo son leyenda en las eras de nuestros visitantes del futuro.

—¿No están juntos? —Soltó Ishizu pasmada.

—No. —Murmuró Atem mostrándole a la egipcia la carta que acababa de conseguir.

Tanto Mahad como Ishizu se quedaron helados al reconocerla.

En un parpadeo, la expresión de Mahad se volvió mordaz, su rostro se descompuso en un gesto de rabia y todo su cuerpo se tensó. El mago oscuro habló con los dientes pegados, como si tuviese que recurrir a todas sus fuerzas para contenerse.

—Esa víbora rastrera.

—Aknadin tiene ya a tres monstruos para el ritual. —Anunció Atem sintiendo su propia rabia, avanzando en dirección al siguiente duelo.

—Con mayor razón no deberían estar separados. —Urgió Ishizu angustiada, alcanzando a Atem tomada de la mano de Mahad.

—Yusei está con Yugi, y mi hikari sabe usar la llave del milenio sin ningún problema, creo que estarán bien.

—Con Aknadin suelto, que los dioses nos amparen.

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12 El ojo del milenio

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Yugi chocó palmas con Yusei cuando adquirió el monstruo y luego ambos se pusieron los cascos para moverse al siguiente duelo; la llamada entrante de Tea los hizo detenerse y el menor sonrió respondiendo.

Estuviste brillante, Yugi. —Exclamó la castaña animada.

—Gracias. ¿Pasa algo?

Sí, hay otra carta cerca de ustedes, Aknadin está terminando un duelo a unas calles, será mejor que se apresuren.

Terminaron la llamada y Tea le envió la ubicación a Yugi. Llegaron corriendo hasta el siguiente duelista que tenía una carta del ritual, sorprendiéndose mucho al percatarse de que Weevil Underwood era el duelista al que se enfrentaría en esa ocasión.

—Ha pasado tiempo, Yugi... —Se burló Weevil dedicándole una sonrisa sarcástica al tricolor. —Y esta vez tengo algo que podrá vencerte.

—Hagamos esto rápido, tenemos algo de prisa.

El regreso de las sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora