2.- Los artículos del milenio

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Atem subió a la habitación de Yugi en cuanto todos estuvieron en casa, el pequeño tricolor suspiró profundo observando la espalda de su amigo y sintió un vacío en el pecho cuando su Yami cortó la comunicación.
El pequeño encaró a sus amigos y negó con la cabeza cuando Tea hizo por subir tras el faraón, indicándole que Atem no querría hablar con nadie en ese momento.
Con cuidado de no omitir ningún detalle, Yugi relató a sus amigos lo que habían sentido en el puente, y por la expresión de determinación de todos, se preguntó si habría sido buena idea hablar de aquello. Sonrió cuando los vio intercambiar miradas de complicidad, conocía tan bien esas miradas que no pudo evitar sonreír de oreja a oreja y permitir que el calor se extendiera por su pecho ante la certeza de que no los iban a dejar solos, después de todo, sus amigos no eran de los que se asustaban fácilmente.

Arriba, Atem hablaba por teléfono con Ishizu. El faraón suspiró negando con la cabeza.

—No puedo pedirle eso, Ishizu. Sólo estaría poniendo la vida de Odion en peligro y a éstas alturas de la vida, la única que quisiera poner en juego es la mía.

Lo sabemos, pero mis hermanos y yo estamos dispuestos a ayudar.

Tenemos que hacerlo. —Escuchó decir a Odion.

—Si el artículo lo juzga como incapaz para llevar la tarea... —Interrumpió el faraón. Sin embargo, escuchó ruidos en la bocina y luego se percató de que lo que había oído era a Odion quitarle el teléfono a Ishizu.

Estoy consciente, por eso quiero ponerme a prueba. ¿Qué clase de guardián de la tumba sería si no lo intentara siquiera? Déjame probar que soy digno de ser el nuevo portador del ojo del milenio. Quiero servir con mi vida al faraón de Egipto y no soportaría que el faraón me rechazara.

Atem se sorprendió ante aquellas palabras y luego respiró profundo, sintiendo gratitud y cariño por Odion al mismo tiempo.

—Está bien. —Dijo el joven egipcio después de pensarlo un poco. —Supongo que no podría negarte la oportunidad de ser elegido como otros lo han sido. —Sostuvo el ojo del milenio en la mano y sonrió suspirando, pensando en todo lo que había tenido que pasar durante los últimos cinco mil años para conseguirlo. —Supongo que no es justo que todos los Ishtar menos tú tengan un artículo del milenio. Pero lo haremos a mi modo.

Así está escrito. —Murmuró Odion aliviado.

—Así debe hacerse. —Respondió Atem, un poco más tranquilo. —Debo colgar, mis amigos están esperando una buena explicación por mi ausencia. Mañana me comunicaré con Ishizu para hacerle saber cómo haremos las cosas.

Sí señor.

Atem suspiró mirando a través de su ventana y sonrió al percatarse de la calidez que se anidaba en su pecho, él no estaba esperanzado, pero Yugi sí. Eso sólo quería decir que algo estaba ocurriendo abajo. Suspiró sintiendo una amargura poco conocida para sí mismo. Había sido egoísta irse así sin más, así que bajó las escaleras dispuesto a disculparse.

Vio a sus amigos sentados en la sala y sonrió cuando todos le devolvieron una mirada amable y una sonrisa cálida.
—Amigos míos, debo parecer un loco actuando así. Lo siento mucho.

—Lo entendemos. —Comentó Tea poniéndose de pie y avanzando hasta Atem, se sonrojó percatándose de que, a diferencia de Yugi, el faraón tenía su estatura y poco más. Ambos sonrieron cuando ella le tomó la mano y lo invitó a sentarse con el resto del grupo, justo en medio de ella y Yugi, como siempre había estado sin darse cuenta.

Yugi sintió una punzada en el pecho, un sentimiento familiar y desconocido al mismo tiempo que decidió ocultar del faraón, al menos de momento, ya tenía demasiadas cosas en qué pensar como para añadir una más.

El regreso de las sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora