Por un instante, Aknadin vio la mirada desafiante de Kisara, la expresión cargada de furia y odio, la manera en la que la chica, sólo con los ojos, le hacía saber a Aknadin que se iba a liberar y que desataría su furia contra el egipcio.
—Pobre niña. —Espetó el sacerdote dedicándole una sonrisa déspota. —Crees que eres muy fuerte, pero no podrás resistirte al conjuro mucho tiempo.
—Me voy a liberar de esto, y Set también. —Amenazó la chiquilla, forcejeando contra los dos hombres que la tenían sujeta por los brazos, sometida frente al egipcio que controlaba las mentes de la mitad del servicio de guardaespaldas de Kaiba.
—Oh, créeme, ansío que Set se libere de mi hechizo para que compruebes por ti misma que él todavía ansía derrotar al faraón con sus propias manos.
—Tal vez Set todavía lo anhela, pero si su deseo es enfrentar a Atem lo seguiré a él, no a ti, víbora rastrera. Soy leal al escriba del faraón, no a un traidor a la corona que busca asirse de nuevo con un poder que no te corresponde.
—Interesante. —Murmuró Aknadin pensativo. —Dulce niña, me dejas pensando en algo. Mi plan original sólo consistía en darle una lección a Atem, pero tienes razón. Asirme al poder no es mala idea, un paso a la vez. Derrotaré a tu adorado faraón y después, me convertiré en faraón de este mundo. Obtendré los artículos del milenio uno a uno, ya tengo el ojo, y podré entregar el poder de Egipto a Set para que reine en este mundo como no pudo hacer en el nuestro.
Tras decir aquello, Aknadin soltó una carcajada sádica y maniaca, cargada de locura y odio. Seto entró a la habitación, portando el cetro del milenio en una mano. Kisara lo miró, horrorizada de darse cuenta cuán vacíos lucían los ojos del hombre al que amaba, y lloró amargamente cuando lo vio alzar el cetro en su dirección.
—Por favor, Set... ¡Por favor! —Gritó antes de que el ojo del milenio se iluminara y caer presa de nuevo bajo el hechizo de Aknadin, de nuevo inmersa en la oscuridad.
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15.-Amantes
LEMON alert
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Mahad salió del baño secando sus largos cabellos castaños con una toalla beige, usando su pantalón de mezclilla y una camiseta sin mangas. Ishizu ya le esperaba en su habitación, sentada en la cama sosteniendo en su regazo una bolsita con gasas, cinta médica y otras cosas para atender las heridas del mago oscuro.
Él sonrió cuando la egipcia le devolvió la mirada y dio una palmadita a su lado, invitándolo a sentarse. Una vez le había dicho a Ishizu lo maravillado que estaba con el tiempo moderno, tan lleno de remedios y soluciones para todo. Para las distancias, para las enfermedades, para el hambre. Y la egipcia había tardado en entender por qué el mago estaba tan maravillado, pero en el momento en que había comprendido que Mahad venía de una era en la que gente moría de hambre y de enfermedades incurables, se había vuelto sencillo comprender por qué al egipcio le maravillaba tanto la vida moderna. Ella misma tenía a su disposición un par de cosas para ayudar a curar las heridas y raspones del mago, así que se sentía agradecida.
Se puso de pie abriendo un frasquito con antiséptico y aplicando algunas gotitas de aquella solución en las heridas más profundas que el mago tenía en los brazos. Aunque el mago se hubiera dado una ducha, nunca se estaba seguro de que las heridas estuvieran bien desinfectadas. No estaba de más tomar medidas extras.
Tampoco era que se fuera a morir por un par de raspones, pero Ishizu necesitaba saber que estaba ayudando extra, además de sus conocimientos de los artículos, quería probarse a sí misma que podía cuidar, curar y proteger a los suyos. Mahad por su lado no podía resistirse a la idea de que su Isis le curase, tal cual lo hacía en Egipto, cinco mil años atrás.
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El regreso de las sombras.
FanfictionTras volver de su viaje a Egipto, Atem solo debería preocuparse por iniciar una vida normal en Dominó, pero un nuevo torneo de duelos traerá de regreso un antiguo mal contra el que creían, ya habían acabado. Nuevos amigos se unirán a la causa para d...