14.-El camino a casa

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Durante el desayuno, Joey les había relatado a sus amigos que él y Duke habían terminado el recorrido por la ciudad, tratando de encontrar a los duelistas restantes, desafiándolos para adquirir las cartas egipcias de sus barajas.

Claro que, al principio, Duke había tratado de dialogar con los duelistas, explicándoles por qué querían desafiarlos y pidiendo las cartas amablemente. Algunos de ellos habían entregado los monstruos amablemente y renunciado a su participación en el torneo en cuanto Duke les había explicado la situación, los duelos de Aknadin se habían vuelto famosos y virales en poco tiempo y la gente estaba asustada. Otros duelistas habían querido medir fuerzas contra uno de los mejores duelistas de los últimos campeonatos, así que habían enfrentado a Joey.

El resultado había sido el mismo al final. El más leal de los amigos de Yugi había conseguido todas las cartas que estaban rondando por ciudad Dominó para entregárselas a sus amigos y ponerlas lejos del alcance de Aknadin. 

Yugi asintió agradecido y sonrió mientras Atem revisaba uno a uno, los dioses que Joey le había entregado, asegurándose de que estuviesen todos. 

—Gracias Joey. —Murmuró Yugi antes de darle un traguito al jugo de naranja. 

—Esto nos pone un paso por delante de Aknadin. —Murmuró Atem dándole una segunda vuelta a las cartas. —Lo que quiere decir que, ahora, mi tío vendrá a buscarnos. Lo más seguro es que te busque a ti primero, Joey. —Dijo al final, levantando la vista hacia su amigo, con aires sombríos y pensativos. 

—Sí, pero para cuando venga, deberá saber que no tengo las cartas de los dioses. —Dijo Joey divertido, mirando a todos los presentes. 

—Sí. —Soltó Marik con amargura. —No vaya a ser que se le ocurra enfrentarte, no queremos más gente sumergida en el reino de las sombras.

—Y hablando del tema. —Murmuró sombrío Yugi, mientras se levantaba en su lugar y dedicaba una mirada al pasillo que daba a las habitaciones.

—Es cierto. —Corroboró Atem levantándose también. —Vamos, aibou.

Y ante la mención de esa palabra, Yugi no pudo evitar el suspiro y el sonrojo que se apoderó de sus mejillas. Por primera vez comprendió por qué Atem había insistido tanto en que le llamase "Mou hitori no boku". 

Yugi suspiró de nuevo cuando Atem le sonrió de medio lado y le ofreció una mano para encaminarse hasta donde estaba Yusei.

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14.-El camino a casa

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Yusei estaba cansado de estar deambulando entre los pasillos. Tenía la sensación de haber dado vueltas en círculos por los pasillos, que parecían tan iguales unos a otros...

Una parte de él se había decidido a una locura cuando se sintió de nuevo perdido, su deck. Sacó la baraja del bolsillo y comenzó a dejar cartas en el piso cada varios metros, marcando un rastro por donde ya había pasado y dándose cuenta de que sí estaba caminando en círculos. Yusei suspiró frustrado, tomó la carta del Stardust y sonrió para el dragón, permitiendo que la calma lo invadiera al saber que era acompañado por un amigo. 

Comenzó a caminar siguiendo el rastro de cartas y cambió el rumbo al final, doblando al lado contrario de donde había ido la primera vez, pero obteniendo el mismo resultado, volviendo a donde había partido.

El azabache miró a su alrededor, acongojado, perdido, sintiendo que jamás lograría salir de aquel laberinto, y en un murmullo apenas audible, soltó:

—Háblame, Judai...

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Mana miraba por la ventana, recargando el rostro en las manos. Suspiró profundamente cuando Ishizu entró en la habitación, pero la pequeña egipcia mantuvo la mirada fija en el paisaje exterior, culpándose a sí misma por haber perdido a Kisara bajo el hechizo de Aknadin. 

El regreso de las sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora