La habitación de Tony se había convertido en el lugar donde más tiempo pasaba en los últimos días. Aún tenía un poco de dudas de si debería o no acomodarla, sin embargo, le pareció que era probable que el ingeniero agradeciera el gesto. Después de todo, no husmearía sus cosas, sino, que todo le recibiría en condiciones agradables cuando regresase. Esa era la intención de Steve.
Lo de la máquina del tiempo iba realmente lento. Por lo que había entendido, el doctor Banner apenas había logrado restaurar la mitad de las piezas, pero no era capaz ni siquiera de animarse a decir como encajaban unas con otras y mucho menos, como funcionaban.
La frustración que sentía era tan grande que, por momentos, no se creía capaz de controlar sus ansias por destruirlo todo.
Extrañaba a Tony... más de lo que quería admitir.
Steve alzó los vidrios rotos que había en el suelo lleno de hollín, antes de tirarlos a la basura. Las condiciones en las que todo se hallaba, le hacían más notoria la ausencia. Por eso no deseaba pensar.
Había repintado las paredes y había acomodado los cuadros destrozados en un rincón, sin saber qué hacer con ellos. Por un momento, se había planteado el hacer nuevos cuadros para la habitación, pero no se había atrevido y, restaurar los de Tony, tampoco era opción. Ese montón de manchas y de sujetos cúbicos, no eran su estilo.
Volteándose a ver uno de los cuadros, se preguntó si aquella mancha azul y roja, y la gran estrella a la que le faltaba una punta, significaba su escudo... o si tenía algo que ver con él. Quizás, el centro destrozado y faltante de esa obra, tuviese la respuesta.
¿Qué veía Tony en ellos? ¿Lograban despertarle algo o simplemente, eran un capricho, uno más de sus lujos, que solo servían para esconderle entre ellos?
Las horas que había pasado en ese lugar, le habían permitido saber que, aunque todo gritaba Anthony Stark, nada hablaba del verdadero Tony. Probablemente, el único lugar que decía algo de él, era su taller... y ese estaba todo destrozado. Steve reparó en ese hecho unos instantes, tratando de buscarle algún significado oculto, sin embargo, pronto desistió. El ser artista, - o al menos intentarlo- la mayoría de veces se trataba de imaginar cosas que, probablemente, no existieran.
Cuando finalizó con el piso, se detuvo un instante a observar lo que había estado haciendo en esos días. La habitación se veía bastante más decente. No creyó que eso le hiciera sentir mejor, pero, era como si Tony se hubiese ido a un lugar cercano y pronto fuese a regresar.
Volteándose y dispuesto a marcharse, observó las puertas del walking-closet. No había entrado allí y no sabía si hacía falta acomodarlo.
Se dirigió hacía allí y al ingresar, se sorprendió del tamaño de aquel lugar. Nunca antes, había visto tantos trajes y zapatos juntos, es más, ni siquiera sabía que la ropa de un hombre pudiese tener tantos diseños y colores diferentes. Se le hacía tan innecesario.
Una pequeña sonrisa curvó el rostro de Steve, la primera en días.
Avanzó por el lugar observando que había varias prendas de vestir regadas por el piso. No parecía que la onda expansiva hubiese llegado hasta allí y eso le causó curiosidad. Tony, seguramente, había revuelto todo el día que se pelearon... o antes. No podía saberlo.
Tomó algunas de las remeras que estaban tiradas y las acomodó en las perchas, sin saber si pertenecían a ese lugar. Procedió a hacer lo mismo con las demás cosas, teniendo un criterio propio de donde deberían ir, hasta que, debajo de algunos trajes, halló ropa interior.
Sonrojado a más no poder, Steve observó los boxers y calzoncillos, debatiéndose entre dejarlos ahí y marcharse o guardarlos también. Los había de diferentes estilos, colores oscuros, colores chillones y algunos tan pequeños, que hasta resultaban atrevidos.
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La identidad del tiempo
Science FictionPerdido. Así se encontraba Tony Stark en el año 1936, al cual había viajado culpa de una máquina del tiempo. Allí se encontrará con un joven Steve Rogers antes de que este se convierta en el Capitán América. Su carácter tierno y dulce será como un b...