Los ojos le dolían, a pesar de que estaban cerrados. Su cuerpo, parecía que ya no ardía, sin embargo, se sentía como si cada uno de sus miembros pesase una tonelada. Moverse e incluso respirar le había sido difícil en las últimas semanas, era por ello que la mínima mejoría, se agradecía.
Abrió los ojos y luchó para que sus parpados no volvieran a caer pesados. Trató de mirar a su alrededor, pero la visión estaba borrosa.
El olor a sopa se le hizo conocido.
Alguien tarareaba una canción.
—Al fin estás despertando-
—Agua, por favor- pidió en un hilo de voz. Su garganta estaba seca y sentía su estómago arder.
—Aquí tienes, Steve... Tómala con cuidado.
Sintió sus labios empaparse con el fresco líquido y su garganta se sintió aliviada. Sin embargo, la prisa con la que bebía, causó que se ahogase y comenzara a toser. Las suaves palmadas en su espalda, lo ayudaron a volver a calmarse.
Cuando la visión de Steve se aclaró, pudo ver a Bucky, su mejor amigo, mirándolo de cerca y sonriéndole.
—¿Cómo te sientes? - preguntó él y una mano fresca, se apoyó sobre su frente. —Parece que la fiebre ha bajado.
Steve cerró los ojos unos instantes, disfrutando la sensación de esa mano sobre su piel. No recordaba nada, pero podía asegurar que, otra vez, había tenido una neumonía o una infección o vaya a saberse qué, no importaba. Lo único que interesaba, es que su propensión a enfermarse se estaba volviendo un problema... una carga para su anfitrión.
—Lo siento- se disculpó. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces se había visto obligado a hacerlo. Enfermarse era un gasto de dinero y de energías para aquel que se encargaba de cuidarlo.
—Ya te he dicho que no hace falta que te disculpes... Tú no tienes la culpa- le reprendió su amigo.
Steve observó a Bucky ponerse de pie y alejarse de él. Llevaba puesto su traje marrón, por lo que supo, se iba a trabajar. Algo dentro de él, quiso pedirle que se quedase, sin embargo, sabía que Bucky no podía hacerlo y por ello no dijo nada. Se sentía tan desvalido, siempre le pasaba cuando se hallaba enfermo.
A veces, deseaba no ser tan débil, de ser así, él también podría trabajar y no sería una carga.
—Escúchame, Stevie... En la mesa, te he dejado un plato de sopa. Y junto a ella, por si te sientes con ganas, te he dejado la carpeta con lo que vimos en clases, así adelantas los trabajos para la semana que viene. Hemos avanzado bastante en perspectiva y color... y hace poco tuvimos una clase con un modelo vivo.
Steve asintió a lo que Bucky le decía, a pesar de haber entendido la mitad. Sus ojos querían volver a cerrarse y él ya no estaba dispuesto a pelear contra ello.
No supo cuánto tiempo había estado durmiendo, pero cuando abrió los ojos, el sol entraba potente por la pequeña ventana que había en esa improvisada sala de estar.
Haciendo un gran esfuerzo por levantarse, Steve observó a través del respaldar del sillón en el que se encontraba, la mesa que había en el comedor-cocina. En ella, pulcramente colocado, había un plato tapado con un repasador y junto a él, la carpeta de la que Bucky le había hablado.
Tomando asiento, se decidió por comer un poco de sopa. Realmente, no tenía mucho apetito, pero en los últimos días había estado alimentándose muy mal y por esa razón, recuperarse se hacía una tarea más difícil para su cuerpo.
Cuando terminó su almuerzo, tomó la carpeta de Bucky entre sus manos y miró por unos instantes la tapa de cuero marrón. Abrió la carpeta y halló en ella los primeros dibujos que habían hecho al empezar las clases. Algunos paisajes de la ciudad, incluido en ellos, el edificio de industrias Stark. El detalle y los sombreados con los que Bucky los había adornado, daban cuenta de su talento.
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La identidad del tiempo
Science FictionPerdido. Así se encontraba Tony Stark en el año 1936, al cual había viajado culpa de una máquina del tiempo. Allí se encontrará con un joven Steve Rogers antes de que este se convierta en el Capitán América. Su carácter tierno y dulce será como un b...