Tony miró las hojas en las que había estado trabajando desparramadas en aquel destartalado escritorio y llevó a sus labios aquella bebida que no merecía llevar el nombre de café y que, para empeorar las cosas, se había enfriado.
La luz de la pequeña lampara provocaba que sus ojos ardieran por el esfuerzo, sin embargo, no podía quitar su atención de aquellos números y ecuaciones que no estaban llevándole a ninguna parte.
Tenía una idea general de cómo debía funcionar la máquina, y hubiera trabajado con más ahínco en ella, si no fuese porque cada vez que Ed ocupaba su lugar, se olvidaba de que debía regresar a su tiempo. En realidad, eso no le concernía a Ed, él pertenecía allí, a 1936.
Esa mañana había visto el tamaño del reactor y le había resultado preocupante. Se había reducido una cuarta parte.
La puerta de la habitación se abrió de manera violenta y Tony comenzó a apilar los papeles que había estado viendo, volteando su rostro para mirar a la defensiva a Andrew, quien ingresaba tambaleándose.
—¿Qué escondes, Eddie? - dijo el hombre y se aproximó a él a paso veloz.
Tony trató de disimular su nerviosismo, colocando los papeles encima del escritorio. Después de todo, estaba más que seguro de que ese hombre no podría comprenderlos.
—Es un proyec...
—Aburrido- le interrumpió, sin embargo, tomó uno de los papeles y lo observó con gesto desinteresado. —Jamás comprenderé como es que, en las matemáticas, se usan letras en lugar de números... ¿Qué valor tiene una letra al cuadrado? ¿Qué carajos es esto?
—No son letras, son axiomas y son...
—¡No, no, no, Eddie!- se quejó de manera infantil —No trates de explicarme... ¡Odio las matemáticas!- revoleó el papel, aun sosteniéndolo y Tony se puso de pie, tratando detenerle, temeroso porque lo rompiera —Las jodidas matemáticas, hacen que me duela la cabeza.
—Dame eso.
—¿Qué te doy, Eddie?- habló riendo y puso en alto el papel.
Tony trató de alcanzarlo, odiando por dentro su metro setenta y cinco de estatura.
Andrew continuó riendo y comenzó a dar saltitos, obligándole a hacer lo mismo.
Solo bastaron un par de segundos, para que todo deviniera en desastre. Ni siquiera, supo que pasó, simplemente, en un momento se encontró a si mismo chocando contra el cuerpo de Andrew quien trastabilló cayendo sobre el escritorio y volteando la taza de café en ello. El mueble cedió, rompiéndose y ambos terminaron en el suelo.
—¡Jodida mierda, Andrew!- gritó antes de ponerse en pie.
El aludido le imitó y ambos miraron el desastre que habían hecho-
—¡Has arruinado todo mi trabajo! - gritó, Tony enfurecido y recogió las hojas que se habían manchado al caer el café sobre ellas. Se deshacían en sus manos y la tinta se corría de lugar. Estaban arruinadas ¡Ese imbécil las había arruinado!
—Lo siento, Eddie, no fue mi intención.
Tony se volteó a verle, con la furia corriendo por sus venas como si se tratase de un torrente de fuego. Ni siquiera quiso evitar, el golpe que le dio a Andrew en medio del rostro. El hombre cayó al piso de manera aparatosa, y se llevó la mano a la zona afectada.
—¡Mierda, Eddie, eso dolió! - lloriqueó.
— ¡Cállate, idiota! Era mi trabajo... Todo mi trabajo fue destruido por tu culpa. Porque eres un imbécil insoportable que no sabe tener sus manos ocupadas.
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La identidad del tiempo
Science FictionPerdido. Así se encontraba Tony Stark en el año 1936, al cual había viajado culpa de una máquina del tiempo. Allí se encontrará con un joven Steve Rogers antes de que este se convierta en el Capitán América. Su carácter tierno y dulce será como un b...