Parte 25

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Ed se sostuvo de las paredes de aquel inmundo callejón y se esforzó por caminar. El dolor que sentía en el pecho parecía intensificarse con el paso de los minutos y cada vez le costaba más respirar.

No se veía a nadie allí que pudiese ayudarle, ni nadie que pudiese suministrarle lo que necesitaba.

Pisó un charco y se mojó los pantalones. Alzó los ojos y observó las escaleras de incendios de todos los edificios que allí había. Parecía un laberinto sin salida. Si tenía suerte, no lo encontraría allí... él no se daría cuenta de lo que estaba a punto de hacer y Ed no se vería obligado a enfrentar su expresión de decepción.

Continuó caminando un poco más, hasta que llegó al final de aquella calle. Allí, frente a él, estaba la puerta verde con la "X" blanca de la que Andrew le había hablado. Dio tres rápidos golpes y luego, tres golpes lentos y esperó a que le atendieran. Pocos segundos pasaron hasta que la puerta se abrió y se asomó por ella un hombre más o menos de su edad, de cabellos oscuros y piel morena que resaltaba sus extraños ojos negros, casi sin brillo.

—Yo... me dijeron que aquí puedo conseguir cocaína- dijo, directo al grano, demasiado ansioso para andarse con rodeos.

El hombre rio de manera grosera.

—No vendo esas cosas, amigo. Te han dicho mal- a punto estuvo de cerrarle la puerta en la cara, pero Tony lo detuvo.

—Me manda, Andrew.

—No conozco a ningún, Andrew- volvió a intentar cerrar la puerta y Tony la atajó nuevamente.

—Vamos... Por favor- suplicó al borde de la desesperación.

El tipo suspiró.

—50 dólares.

—¿50 dólares? Es una locura.

—Es lo que sale.

—Me estas estafando... evidentemente.

—Lo tomas o lo dejas.

Tony sintió su corazón latir con fuerza, la desesperación atacándole, carcomiéndole las entrañas.

—No tengo esa cantidad-

—Entonces, no puedo ayudarte.

—¡Haré lo que sea!, Por favor... tan solo...- los temblores en sus manos aumentaron de manera preocupante. Si no estaba muriendo, podría llegar a creer que era así como se sentía el hacerlo.

—¿Lo que sea? ¿Estás seguro?

—Si- asintió para dar más énfasis.

—Está bien... Pasa- dijo el hombre y se hizo a un lado.

Era un riesgo ingresar allí. Desconocía lo que había en el interior y aquel hombre era un extraño del que ni siquiera sabía el nombre, pero no le importaba.

Avanzó un paso y se vio obligado a detenerse, cuando una voz conocida pronunció su nombre.

—¡Ed! - le llamó Steve. Su voz sonaba quebrada, como si un nudo tapase su garganta.

El aludido cerró los ojos con pesadez, cuando una angustiosa urgencia por ingresar al lugar le invadió por completo. Pero no podía hacerle eso, no podía ignorar a Steve, cuando todos sus instintos lo incitaban a dar la vuelta. ¿Por qué estaba allí, justamente?

—Ed... Por favor- dijo con tono de súplica y ante ello, no pudo resistirse. Se volteó a verle, sintiendo la terrible congoja que podía observar en él, como propia. No había decepción en su rostro, solo tristeza y eso lo hizo sentir peor. —Ven conmigo, Ed.

La identidad del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora