Parte 56

590 74 5
                                    

Tony estaba acostumbrado a las atenciones y a que la gente estuviese todo el tiempo queriendo ser agradable con él, sin embargo, se sentía un poco incómodo con todos los del equipo persiguiéndole de un lado a otro, como si fuese a desaparecer así, sin más. Está bien que ya lo había hecho, pero no era tan imbécil como para ponerse a jugar con una máquina del tiempo otra vez. Aunque, quizás...

No, no más juegos.

Había agradecido la pequeña fiesta que se había dado en el palacio de Wakanda. Pese a su estilo extravagante, no se sentía con ánimos de celebraciones parecidas al modo Stark. Probablemente, era porque se encontraba agotado, aunque, debía admitir que el ser un invalido no ayudaba a que sus ánimos fuesen los mejores. Sí, el no poder hacer uso de sus piernas no era confortante, pero confiaba que fuese algo pasajero. ¡Realmente lo esperaba!

Miró a través de la ventanilla del avión, que lo devolvería a New York, el paisaje de Wakanda, que pronto desaparecería detrás del campo de fuerza. Sintió un ligero peso en su estómago y reconoció para sí mismo, la extrañeza que la tecnología actual causaba en él. Por supuesto, que no sería algo que diría en voz alta, aunque lo torturaran. Al parecer, el hecho de haberse convertido en Ed por completo, había dejado algunas secuelas en su psiquis. Suponía, que solo era cuestión de acostumbrarse y retomar su antigua vida.

Volteándose un poco y tratando de ser disimulado observó a Steve, quien miraba el paisaje que dejaban atrás, al igual que él lo había hecho antes. El rubio se había afeitado la barba, provocando que se sintiera un poco mejor. No era el hecho de que no le quedase bien; le costaba asimilar que aquel chiquillo de los treintas, era el mismo que tenía frente a él en esos momentos. Por lo menos, el poder ver el rostro conocido, lo ayudaba con la difícil tarea. No se habían dirigido palabras más que el escueto saludo de hacía unos días y eso había provocado que su corazón se encogiera de dolor. Pero ¿Qué iban a decirse?... Ni siquiera sabía si estaba preparado para una conversación con él. Sus sentimientos al respecto de Rogers, estaban demasiado frescos, mientras que no podía asegurar lo mismo del capitán.

Una mano se enredó en la suya, provocando que voltease en dirección a la mujer junto a él. Pepper, había sido lo primero que había visto al despertar, demostrándole su apoyo incondicional, al igual que en ese instante, en el que le miraba a los ojos y esbozaba una pequeña sonrisa, que provocó calidez en su pecho. Hasta hacía unos momentos, ella había llorado, estresada aún, por lo que había ocurrido con él. Se sentía arrepentido de haberle causado malestar, no obstante, no se lo había dicho. No era su culpa después de todo, además, ya estaba ahí nuevamente. Estaba regresando a su casa... pero el vacío en él, provocaba que no se sintiera así.

-.-

La bienvenida había sido agotadora y mucho más el hecho de esquivar a la prensa. Sabía que pronto habría infiltraciones acerca de su regreso, por lo que debía tener algún tipo de historia convincente para hacer correr en esos programas de cotilleo. Pero, en esos momentos, mejor no. Estaba cansado y a pesar de su naturaleza por demás sociable, deseaba estar solo.

Ni siquiera había ido a su taller. Se había quedado en su habitación, sintiéndose ajeno a ese tiempo, que era el suyo. Regresar se había sentido como ganar y perder a la vez.

¿Dónde había sido más feliz?

Caminó hacia la cama, ayudado por las prótesis que había creado en Wakanda. No había podido quedarse quieto acerca del asunto, a pesar de que le advirtieron que sus piernas dolerían por el sobreesfuerzo. El dolor era bueno, le recordaba que esa parte de su cuerpo todavía podía recuperarse y sabía, que de esa forma sería más rápido que con las simples terapias.

Observó la cama como si fuese un objeto extraño, al que jamás había visto. Había dejado su maleta en otra habitación... había comprado unos boletos para viajar en tren. Iba a comenzar una nueva vida, junto a aquel al que amaba. El mismo, que al verle después de largos años de ausencia, lo había llamado por su apellido y le había mirado de esa manera tan fría que le había calado el alma.

La identidad del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora