Capítulo 6.

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Los frutos caen y el amor muere y el tiempo varía;
Un aliento perpetuo os alimenta,
y viva después de infinitos cambios,
y fresca por los besos de la muerte;
de languideces reencendidas y recobradas,
de delicias baldías e impuras,
de lo mounstruoso e infecundo, una pálida
y venenosa reina.

Algernon Charles Swinburne, Dolores

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Todo esto parecía irreal y demasiado bonito.

Y lo era, pero haberte acostado con un íncubo y haberle besado inclusive, además de recupera tu memoria en el acto y darte cuenta de que ese era el amor de su vida, te condenaban a una vida obsesiva y desgraciada, solo pensando en él. SiCheng sabía ésto de sobra.

Lo único que sabían ambos es que, debían huir. Taeil podía enviar a un ejército de ángeles si era necesario para matar solo a Yuta y separarle de él por siempre, y obviamente, borrarle la memoria hasta hace unos días.

Ambos estaban vestidos y comiendo para reponer fuerzas. Estaban sentados en unos taburetes, uno en frente del otro. El silencio era cómodo, cálido, casi se podía ver el brillo en los ojos de ambos cuando miraban al otro.

SiCheng tomó un trago de su copa, rellenada por una botella cualquiera de vino tinto caro que el íncubo. Yuta cortaba con su cuchillo el bistéc. Se podía oír el ruido de la ciudad, el tic tac del reloj de la cocina y como masticaban ambos. El peligris tomó con su tenedor un trozo partido de su carne y se lo llevó a la boca con gracia. Veía a SiCheng feliz y sonrojado, como cuando lo conoció. Ya que todo esto había ido tan rápido, quería comenzar a ponerle al día.

Por lo que sabía, SiCheng había vuelto a estudiar y ahora vivía con ese chico, Mark; el idiota de Taeil andaba detrás de él y... seguía tan precioso como siempre. Solo podía fijarse en lo guapo que era su humano. Ahora era de un rubio muy natural, pero teñido, obviamente, cuando lo conoció era un moreno de quince años precioso, y era muy coqueto. Distinguía en sus felinos ojos una suave ojera que hasta le hacía ver más guapo. Además de que siempre iba muy bien vestido, tenía buen gusto a la hora de elegir ropa. Todo había cambiado en su vida.

SiCheng se hacía mayor y él... él seguía como siempre.

También olía bien y cuidaba su piel, eso siempre lo había hecho. Yuta conocía a humanas que con su edad tenían la piel para nada suave, estaban llena de granos y heridas. La angelical cara de SiCheng era lisa, no tenía barba ni ninguna pista de que se hubiera afeitado o algo así.

Pronto se dio cuenta de que el menor se estremeció con una sonrisa tranquila que marcaban sus pómulos, Yuta lo estaba mirando demasiado mientras divagaba y a él le gustaba.

El peligris carraspeó dejando los cubiertos a los lados del plato y limpiando sus manos en la servilleta de su regazo.

- Puedes bañarte si quieres - Le recomendó, volviendo su vista hacia el plato. SiCheng subió su mirada y dejó de comer.

Se removió en su sitio y le miró tranquilo.

- ¿Es lo único que se te ocurre decirme, Yuta? - Sonó divertido, con esos hoyuelos que salían de sus mejillas.

Íncubo [ Yuwin ] ; Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora