Capítulo 2.

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« Por encima, el elegante techo señorial factura por múltiples altos arcos soportado,
Y ángeles en ascenso y descenso se encuentran, con intercambio de regalos. »

Lord Alfred Tennyson, El Palacio del Arte.

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¿Entre íncubos se podía tener relaciones sexuales?

Claro.

No eran pareja, no sentían amor por el uno y el otro ni nada de ese estilo, pero tenían el mismo deseo sexual y querían acabar con el en ocasiones.

YounGho llevó sus fuertes y varoniles manos a las caderas del menor hasta subirlo a su regazo. Yuta sin dejar de comerle la boca salvajemente tumbó en la cama recién hecha al íncubo subiéndose a horcajadas moviendo sus caderas sobre la entrepierna del moreno. No le importó nada deshacerlo, lo único que hizo fue tirar en un chasquido las sábanas hasta abajo para que no estorbasen.

En un abrir y cerrar de ojos ninguno tenía ropa y Nakamoto se encontraba a cuatro para que el gigante lo dilatara. Metió un dedo embarrado en la saliva del peligris tocando con su fino dedo fácilmente el punto dulce de este. Luego vino otro dígito, con éste simuló tijeras en su interior haciendo ver las estrellas al menos que masturbaba con fuerza su bien dotada polla.

— Tan apretado, agh - El demonio metió otro dedo haciendo que Yuta gimiera arrañando el colchón del dolor y placer que le provocaba.

Después de unos minutos de dilatación, el versátil íncubo necesitaba más grosor llenando su cavidad. Su pene se encontraba hinchado y rojizo, con el glande empapado de líquido preseminal.

YounGho no pudo más, sentía que explotaría. De una llenó por completo al menor gruñiendo ambos con fervor, no se esperó a que se acostumbrará, empezó a embestirle fuertemente, casi desgarrando por completo el interior de Yuta. En esa habitación, donde hace horas se estaban instalando, solo se escuchaba el morboso chocar de las pieles, las nalgas del peligris estaban rojizas por los constantes choques salvajes de Seo.

Yuta arqueaba su espalada balbuceando en otras lenguas muertas cuando él daba estocadas a su próstata vilmente. Cuando curvaba esta, al mayor se le caía la baba por el precioso monumento de culo que tenía su amigo, tanto que le daba azotes para idolatrar sus nalgas rojas perfectas.

— V-voy a... ¡Ah! - Gritó el peligris, el íncubo mayor provocó ese alarido mordiendo sus omóplatos, clavando los colmillos, perdiéndose en la sangre que escurría por su espalda.

— ¡YounGho! - Exclamó Yuta corriéndose manchando las vírgenes sábanas.

Embestidas e insultos después, el moreno se corrió, salió de el fugazmente embelesándose con la imagen del ano dilatado de su amigo lleno de su esencia cayendo por sus perfectos muslos. Nalgueó un par de veces su culo dándole un aspecto pornográfico a sus ojos.

Íncubo [ Yuwin ] ; Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora