Capítulo 3.

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Amigos fueron en la juventud;
Pero los murmullos pueden envenenar la verdad;
Y la constancia vive en los reinos del alto;
Y la vida es espinosa, y la juventud vana;
Y merecer a quien amamos
Es como una locura para el cerebro.

Samuel Taylor Coleridge, Christabel


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— ¡Lo acabas de conocer, SiCheng! - Parecía estar asustando mucho a el susodicho. — ¿Cómo se te ocurre? ¡No lo conoces, no sabes que intenciones tiene!

Taeil, horas después de que los invitados se fueran, llegó, avisado por Mark. Ahora el rubio recibía una de sus regañinas, parecía que al fin terminaba esta.

— Vale ya. A lo mejor le gusta mucho, Taeil déjale ya, por favor - Intervino el canadiense, después de unos minutos.

— Y dices que es un vecino, ¿no? - Le preguntó el ángel a Win.

— Sí, vive cerca, en el 125 - Murmuró el rubio, mirando hacia abajo.

— Le tengo que hacer una visita - Reflexionó suspirando tranquilizándose y calmando su pecadora ira.

— ¡Ni que fueras su padre! - Volvió a intervenir ahors Mark, furioso. — Mira, llevas mucho tiempo siendo amigo de Win, cuidándolo, se agradece, de verás. Pero, cada vez que aparece una chica o un chico que intenta acercarse con intenciones sentimentales te pones como una fiera. Déjale ya, Hyung.

Sicheng relamió sus labios nervioso saboreando el tacto de Yuta aún, era verdad. Él nunca había tenido una pareja por los constantes ataques de Taeil a estas. Al principio creía que era para protegerlo pero, luego se volvió constante. Sicheng seguía siendo virgen y con la inocencia de una niña de seis años, todo por culpa del ángel.

— Pero, tengo que verle, sea tu amigo o novio quiero conocerle - Siguió reclamando.

— Y dale...

— Déjale Mark, - Winwin, con compasión, pasó su brazo en señal de calma en el hombro de su amigo. — que vaya a conocerlo. No creo que quede con él más, fue un impulso, ya está - Habló al final Dong, resignándose. — No voy a salir con él.

Taeil le sonrío a Sicheng como solía hacerlo cuando este le dio permiso de conocer a su desliz.

— No tardo nada chicos - Dicho esto, salió de la estancia cerrando la puerta suavemente.

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El arcángel Taeil, un chico bajito, de pelo moreno, ojos marrones y con toques verdes recorría el pasillo con pasos rápidos comprobando el número de las puertas.

Se paró en la que le indicó SiCheng minutos atrás, la 125. Justo enfrente del felpudo se detuvo tranquilo, tocó tres veces detectables y suaves con los nudillos la puerta lacada en blanco. Esperano unos segundos empezó a oler raro. Hacía meses que no olía una esencia así

Solo podía significar una cosa.

Demonios.

Ellos solo venían a la tierra con un cometido, y no era un buen augurio que estuviesen en el mismo edificio que SiCheng. La última vez tuvo que traicionar sus principios.

Íncubo [ Yuwin ] ; Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora