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"El fin de amar, sentirse más vivo"

—¿Dónde te vas a quedar? — Spinetta me pasó un cigarrillo.

—No lo sé, en un hotel, creo que es lo mejor. —Encendí el cigarrillo.

—Ja, claro que no boluda, vos te vas a quedar aquí, en mi casa, no quiero que vayas a quedarte en un lugar desconocido, si quieres puedes dormir en una pequeña habitación de huéspedes que tenemos.

—Spinetta, no creo que sea buena idea, siento que voy a incomodar.

—Claro que no piba, vos te quedas aquí — Apagó mi cigarrillo que ya iba por la mitad. — ,Entremos, Cris se molesta si fumo mucho.

—Bueno, está bien. — Entramos y Cristina estaba haciendo unos trabajos de la universidad.

—¿Que estudias? — Pregunté mirando varias hojas que parecían ser evaluaciones.

—¿Qué? — Me miró confundida.

—Me refiero a que carrera estás estudiando.

—Estudio ciencias políticas — tomo una hoja. — ¿Y tú estudiaste algo?

—Si, estudie filosofía, en una universidad de Colombia.

—¿Cómo era el nombre?

—Universidad Nacional, una universidad pública de mi país, es buena aunque tienes que estudiar mucho para poder pasar a esa universidad.

—Así que vos estudiaste esas cosas de Sócrates y Aristóteles.

—Si, es interesante a mi concepto, también estudiar al Che Guevara y Karl Marx.

—Sabes es muy chévere saber de grandes filósofos y revolucionarios, hablando de algo referente, ¿Si te acordas de lo que pasó en la noche de los lápices?

—Si, por supuesto, fue un mes después de que yo llegara a acá, creo que esos jóvenes tuvieron mucho valor.

—Exacto, fueron valientes para defender sus ideas, la revolución, ese tipo de cosas.

—Dicen por ahí que los protagonistas de las revoluciones son los pueblos, no los hombres.

—Palabras sabías, ¿Queres comer algo?

—Si, yo invito, vamos a un restaurante.

—Vamos por una milanesa, después nos acostamos a dormir porque tengo que madrugar.

Fuimos a un restaurante que quedaba cerca, estuvimos hablando de todas las cosas que habíamos hecho durante éstos años, habían tantas cosas que me había perdido, Spinetta también había hecho un disco y le estaba yendo bien. Cuando terminamos de comer, pagué y nos fuimos a la casa de Spinetta, me mostró la pequeña habitación en la cual me acosté a dormir, estaba muy cansada.

Al otro día

Me desperté con un poco de pereza, salí de la habitación, hacia el baño que quedaba cerca de la habitación de Spinetta que quedaba al otro lado de la sala, salí en pijama por supuesto olvidando que no estaba en mi casa, Spinetta estaba con un joven que tenía cabello largo castaño oscuro, lacio y usaba sombrero, me dirigí al baño, me lavé la boca, posteriormente salí y me senté en el sofá a ver el periódico.

—Spinetta, ¿Hay algo de desayunar?

—No, pero creo que debes saludar.

—Hola. — Cuando lo vi más de cerca al joven que estaba al lado de Spinetta, me di cuenta que lo conocía.

—Hola Paula.

—¿Zeta?

—Si. — Dijo con emoción.

Nos abrazamos y el tiempo lo había cambiado mucho, se veía genial.

—¿Cómo has estado?

—Bien, he estado haciendo música y tú también por lo que sé.

—Si, te ves genial, yo no te reconocía.

—Si, gracias, tú también te ves bien, mejor que nunca.

—Que lindo gracias, ¿Cómo vas con mi hermana?

—Bien, pensé que no volverías a Argentina.

—Yo pensé lo mismo, me alegro mucho de verte.

—Sabes mañana vamos a hacer una fiesta y Gustavo va a estar.

—¿Gustavo está en Argentina?

—Si, no le hemos dicho que vos estarás en la fiesta, pero sé que el te reconocerá en el momento. — Zeta tomó mis manos.

—No creo, ustedes están locos.

Continuamos hablando durante horas, ya después del almuerzo, Zeta se fue a organizar lo de la fiesta y entonces no vi más a Luis Alberto ni a Zeta, aunque Luis me había dicho que me arreglara y que me pusiera linda para Gustavo, sentía unos nervios que me comían por dentro, no sabía si ir o no, así que decidí que lo haría, ¿Qué tenia que perder?, yo quería ver a Gustavo y saber cómo estaba, que pensaba de que nos encontraramos, me moría por saber de él y por tocarlo, necesitaba verlo más que nunca.

Cristina me ayudo a arreglar, me maquillo de manera sencilla. Me compré un vestido de color morado, una chaqueta de cuero blanca y unos tacones negros, me miraba al espejo con duda, preguntándome: ¿Será que a Gustavo le sigo gustando de la misma manera que hace unos años?

Enamoramiento Repentino: Segunda ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora