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“Ahí Vamos”

8:00 pm - Buenos Aires - Casa de Spinetta

Qué miedo, Spinetta había regresado para recogernos a Cristina y a mi, me sentía con muchos nervios, más que nunca, subimos al auto, Zeta iba manejando.

—¿A dónde vamos?

—A un lugar que a vos te traerá muchos recuerdos. — Dijo Zeta, sonriéndome por el retrovisor.

Cuando llegamos reconocí de inmediato el lugar, era el pequeño lugar de la avenida Alcorta en donde hacían unas excelentes fiestas a las cuales íbamos Charly y yo.

Entramos y vi a Charly en una mesa fui de inmediato a abrazarlo, me reconoció en el momento.

—Pau, qué linda estás — Beso mi frente. — ,Apuesto a que te acuerdas del lugar.

—Por supuesto, como si fuera ayer, siempre me acordaré de esas conversaciones que tuvimos los dos.

—Si, no sabes cuánto te he extrañado, pero creo que no soy el único, Cerati también te ha extrañado mucho, por cierto él debe estar por ahí, aunque aún no sabe que vos estás aquí.

—Que nervios, carajo yo no sé qué decirle si me lo llegó a encontrar.

Empecé a sentir un vacío en mi estómago, entonces tome un trago para calmarme, al poco rato llego un chico alto, de cabellos rizados largos, de ojos azules como el mar.

—Hola chicos. — Por su voz, supe de inmediato que era Gustavo Adrián Cerati, el amor de mi vida.

—Hola. — Saludaron todos al unísono.

—¿Charly podés decirme cuál es la supuesta sorpresa que me tenías? — Gustavo me volteo a mirar. — Hola chica.

No sabía que hacer, ni siquiera me reconoció, ya me olvidó soy una completa idiota.

—Charly tengo que ir al baño, ya vuelvo.

—De acuerdo Paula.

Me levanté y me fui al baño, al entrar estaba una pareja teniendo relaciones sexuales en una esquina y también había un vendedor de droga cerca del lavamanos.

—Hola mina linda ¿Venís por algo? — Me dijo el vendedor.

Lo pensé por un momento y pensé que ya no tenía que mantener ninguna apariencia para nadie puesto que Gustavo ni siquiera se acordaba de mi nombre.

—Marihuana. — Dije un poco dubitativa.

—De acuerdo nena. — Me paso un porro de marihuana y le di 10 dólares ya que no tenía billetes de Argentina. —Vaya, sos una niña rica, adiós hermosa.

Prendi el porro y me puse a llorar, como fui tan idiota de pensar que Gustavo todavía me recordaría como cuando éramos adolescentes, fue una estupidez.

Al ya casi terminar el porro sentí unas  náuseas insoportables y me metí a uno de los inodoros y vomité todo lo que había comido en el día, que horrible sensación. Me puse de pie y tomé un poco de agua del grifo, me mire al espejo y me sentía horrible. Un chico entro al baño y trato de hacerme conversa.

—¿Vos venís sola? — Volteé y era Gustavo.

—No, tampoco me interesa conocer otras personas. — Di media vuelta y busque una goma de mascar que tenía en el bolsillo de mi chaqueta.

—Paula, Soy Gustavo, Gustavo Cerati.

—Lo sé, lo supe cuando le hablaste a Charly en la mesa. — Mi ojos se empezaron a cristalizar y salí lo más rápido posible del baño.

Enamoramiento Repentino: Segunda ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora