38: Amelia.

1.4K 166 31
                                    

Los tacones hacen ese ruido que paraliza a Atem con cada paso, él tiembla en su lugar, se siente acorralado y el miedo hace que quiera salir huyendo del lugar; Atem, básicamente se sentía una presa de esa mujer.

Aquella víbora que sus ojos azules se iluminaban y saboreaban al joven hombre de ojos rojos. Sonrió cuando lo vio retroceder. 

Era así de fácil ponerlo a temblar, era así de fácil hacerle sentir miedo y acorralado. La sensación de sentirse poderosa y estar dominando a Atem le enloquecía de placer, ya que, ella tenía el poder sobre él.

— Ni un paso más. — Cortó Yugi los pasos de Amelia, ella miró al menor,  y admitió que estaba sorprendida de aquel chico que parecía un enclenque, un débil chico que no servía para nada, se había convertido en alguien realmente guapo y, en cierto modo, valiente.

— Vaya, vaya, vaya, pero miren quién es. — Amelia se cruza de brazos  mientras ve burlonamente a Yugi. — Muto Yugi. —

—¿Qué diablos haces aquí?. — Espetó Yugi, intentando controlar la rabia que recorría sus venas de solo verla.

— ¿Qué no puedo venir a saludar a mi esposo?. —

—¿Ahora te importa?.—

— Siempre me ha importado. — Dijo Amelia caminando por el lugar, tocando cosas allí  y allá. — ¿Por qué no lo haría?. —

— ¿Debo recordarte el daño que le provocaste a todos aquellos que lo rodeaban?. — Yugi apretó sus puños, de verdad se estaba conteniendo, no quería alzar la voz debido a que no quería alterar a Atem y ni mucho menos asustarlo, pero parecía que la mujer lo provocaba.

De verdad Yugi lamentaba no haber nacido mujer para darle su merecido como se debía, pero como no era el caso, lo único que le quedaba era resistir. Aguantar hasta que un milagro apareciera y los sacaran de ahí.

—¿Soy la única mala en este cuento, no?. — Dijo sonriente, mientras tomaba un cuadro donde residía una fotografía de Atem y su familia, cuando este era más joven. — Sabías que los malos... — Miró a Yugi directamente a los ojos. — No siempre son los malos. Qué solo actúan así, porque no tienen alternativa. —

—¿De qué diablos estas hablando?. —

Amelia sin dudarlo lanzó el cuadro hacia Yugi y este, a duras penas lo sostuvo en sus manos.

— Te lo dejo de tarea. — Dijo finalmente Amelia, dio un último vistazo a Atem y le sonrió, pero no era  una sonrisa burlona, era más, una sonrisa triste. Atem no supo cómo interpretarlo.

Amelia se dio media vuelta y comenzó a marcharse hasta salir de la oficina.

Ambos tricolores soltaron un suspiro lleno de alivio cuando Amelia ya no estaba, Atem pudo calmarse de apoco, pero eso no quería decir que sus pensamientos eran un gran lío, por otra parte; Yugi se había quedado confuso con lo que había dicho Amelia, no lo comprendía, ¿a que se refería con que los malos no siempre son los malos?, ¿había algo que esa mujer quería decirle a modo de mensaje secreto?.

Miró hacia abajo y fijo la mirada en aquel cuadro donde estaba la familia de Atem y el mismo, sonriendo felizmente.

¿Por qué tomó esta foto en particular?, ¿era alguna pista que quería darle ella?.

— Debo... Debo. —

—Atem. — El tricolor menor se volvió hacia al de ojos rojos, dejando el cuadro sobre el escritorio, Yugi tomó las manos de Atem para así tranquilizarlo, no quería que él se alterará y recayera en depresión por este choque emocional. — Mírame, ¿sí?. — Atem obedeció, busco aquel refugio tan necesario que le brindaba Yugi, la protección y la calidez de permanecer a un lugar seguro; Yugi era su lugar seguro. Sin dudarlo, Atem  lo abrazo y Yugi correspondió al abrazo sintiendo como Atem lloraba porque su pesadilla había vuelto.

— Todo estará bien. Tranquilo, no dejaré que te vuelva a lastimar. Ni a ti, ni a Yami. — Prometió.

Aun que sentía, que aquí había gato encerrado.

×Continuará...

Soltero y con un bebé. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora