Capítulo 21

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Por un momento, todo es caos al llegar al hospital. Los chicos quieren consolarme casi al mismo tiempo y, aunque les agradezco el gesto, resulta tan abrumador, que logran todo lo contrario.

-Basta, muchachos -Hank, como siempre, es el encargado de poner un poco de orden y sentido común-. Lo estáis empeorando.

-Gracias -le susurro, pero ya no puede responderme porque aparece el médico y me lleva con él para que vaya a ver a Biff.

-Su hermano manipula explosivos habitualmente -me explica por el camino-, así que su chaleco llevaba protección extra, lo que ha evitado que sus órganos internos se viesen afectados por la onda expansiva.

-Creía que la granada estaba defectuosa y por eso no había explotado del todo -a no ser que Hank quisiese edulcorarme la verdad con una pequeña mentira piadosa hasta llegar al hospital, donde podrían atenderme si me diese un ataque de ansiedad. No soy muy aprehensiva, así que es más probable que empiece a jurar y no que me desmaye, pero él no tiene por qué saberlo. Y mucho menos después de la vergonzosa llantina en el camino. Pero aquello fue algo que necesitaba soltar porque Biff es mi mitad y no es fácil imaginar que algún día pueda faltarme.

-Eso permitió que las partes desprotegidas de su cuerpo no sufriesen heridas irreparrables -asiente-. Dentro de lo malo, su hermano ha tenido mucha suerte.

-¿Entonces está bien? -la esperanza en mi voz es imposible de ocultar.

-No he dicho eso, señorita Fisher. Lo hemos estabilizado -me explica, casi como si hablase con una niña y eso me cabrea más-, pero permanecerá sedado por el momento. De estar despierto, me temo que el dolor sería tan intenso, que no lo soportaría.

-¿En qué quedamos? -ahora tengo ganas de golpearlo porque siento que se está riendo de mí. Cuando continúo, imito pésimamente su voz-. El chaleco le ha protegido las partes vitales. Oh, gracias al cielo. Y las otras no están tan dañadas. Qué suerte. Ah, pero es que si lo despierto, se muere del dolor. ¿Quién coño le entiende?

-Cálmese, señorita...

-Ni calma ni pollas -lo interrumpo-. Sea claro y así no tendré que cabrearme ni mandarlo a la mierda. Está hablando de mi hermano, joder. No puede marearme de ese modo.

-Su hermano está vivo -dice, serio-, pero le queda una larga recuperación por delante. Aunque las heridas no son mortales y, en su mayoría solo necesitarán tiempo, su brazo izquierdo se ha llevado la peor parte. Todavía no sabemos si ha perdido parte de su funcionalidad porque...

-¿No decía que no había sufrido heridas irreparables? -cuanto más habla, más me cabrea porque da demasiados rodeos y cambia la versión cada dos frases-. Me lo pintaba estupendamente hace unos segundos y ahora dice que tal vez pierda el brazo.

-No he dicho eso.

-Y vuelta a empezar -me desespero.

-No perderá el brazo, pero es posible que no pueda utilizarlo normalmente.

-Pues para él será como si lo hubiese perdido -protesto. Y en el fondo, empiezo a temer por las consecuencias de su acto heroico. Si no puede seguir trabajando en el ejército, su mundo se irá a la mierda porque para él lo es todo.

-Esperaremos unos días a que remita el dolor, para despertarlo y comprobar el estado del brazo -me dice.

-¿Puedo verlo ya? -lo corto.

-Por supuesto -me indica un cuarto con la mano y me adelanto para entrar en él. Necesito verlo y comprobar por mí misma que está vivo. A este ya no le creo nada.

Una luz tenue y los pitidos del monitor que controla los latidos del corazón de mi hermano me dan la bienvenida. No entiendo mucho de estas cosas, pero suenan bien. Más lentos que los míos ahora mismo, eso seguro.

Christine (Saga SEAL 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora