Capítulo 1

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Mi vista hace tiempo que está nublada y mis movimientos son torpes, pero no tengo la voluntad ni las ganas para dejar la botella a medias. Vine con la intención de emborracharme y no pienso irme a casa hasta que la termine, como cada noche desde hace dos semanas. Sé que no es una solución, pero es lo único que parece mitigar el dolor. Lo único que aturde mis sentidos el tiempo suficiente para poder dormir sin pesadillas. Y lo único que me ayuda a afrontar otro día más en el trabajo a la mañana siguiente.

-No es que me importe -la voz de la camarera se cuela por entre la neblina en la que estoy sumido e intento enfocarla- porque la botella ya está pagada, pero deberías apuntar mejor.

Miro hacia el vaso y veo cómo estoy derramando el alcohol a su alrededor y apenas entra nada en él. Dejo la botella en la barra sin que se me caiga en el proceso, pero no me molesto en taparla porque tengo intención de beber más de ella en cuanto vacíe el vaso. Que será pronto porque no hay más que unas cuantas gotas en él.

La camarera parece estar esperando a que le diga algo, supongo que algo así como una disculpa, pero la ignoro totalmente mientras saboreo el whisky en mi boca. Al final, limpia lo que yo he derramado y se va. Creo que va diciendo algo al alejarse, pero no logro entenderlo porque estoy un tanto aturdido ya. Claro que tampoco me interesa demasiado, yo solo quiero olvidar para poder ir a casa a dormir.

-Si ya no tienes reflejos -vuelve a la carga cuando me sirvo otro trago-, bebe directamente de la botella. Estás manchando la barra con el whisky y no me apetece volver a limpiarla después de las otras... ¿cien veces?

-Como tú bien has dicho -mi voz suena pastosa y relamo mis labios como si eso pudiese solucionarlo. También paso una mano por mi rostro porque la veo borrosa- la botella está pagada, así que es cosa mía si derramo la bebida o no.

-Pero es cosa mía -insiste- que la barra esté limpia y tú me estás jodiendo.

-Ya te gustaría -murmuro, inclinando la botella sobre el vaso una vez más.

-Ya te gustaría a ti, cretino -al parecer no lo he dicho tan bajo como pensaba y la he ofendido. Claro que a estas alturas de la noche me importa más bien poco. Me quita la botella de la mano bruscamente y rellena mi vaso. Luego la pone en la barra con un golpe seco y se me queda mirando. Tiene unos ojos muy expresivos e, incluso en mi estado, sé lo que está pensando, pero si cree que se lo agradeceré, ya puede esperar sentada porque eso no pasará.

-Te he pagado ya, ¿no? -la miro de mala manera. Eso suele bastar para que me dejen en paz-. Pues largo.

Grito las últimas palabras, esperando verla saltar del susto y alejarse, pero ella parece no inmutarse y permanece en su sitio, mirándome todavía fijamente y con los brazos cruzados en el pecho. En condiciones normales, la admiraría por su temple, pero ahora mismo simplemente me molesta. Quiero que se vaya y no vuelva más.

-Qué esperas -le digo, moviendo mi mano frente a su cara.

-Ah, ¿pero tenía que sentirme intimidada? -me dice como si nada y eso me cabrea.

-Me importa una mierda cómo te sientas mientras te largues.

-Bueno -alarga la última letra de una manera que me exaspera-, si empezamos con groserías, tendré que sacar la artillería pesada.

-Pesada eres tú -murmuro de nuevo.

Esta vez parece que no me escucha porque no dice nada, aunque sigue sin captar el mensaje de que quiero beber a solas y, después de que me sirva una segunda vez, decido que es mejor llevarme la botella conmigo y terminarla fuera, donde ella no pueda molestarme más.

-¿Te llamo a un taxi? -me grita en la distancia.

-Solo quiero que me dejes en paz de una puñetera vez -le respondo en el mismo tono-. Estúpida pelirroja imposible.

Christine (Saga SEAL 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora