Mientras yo preparo café, Archer observa con curiosidad mi cocina. Me arrepentí varias veces por el camino de traerlo a mi casa, pero no hice el amago de cambiar de sitio en ningún momento. Soy visceral a la hora de tomar decisiones y aunque sepa que serán un error, no las cambio jamás.
-¿Le das tu aprobación? -le pregunto.
-¿Qué? -me mira sin comprender.
-Que si está bien así mi cocina o tengo que cambiar algo -le aclaro, con un sonrisa en los labios-. Claro que no te haré caso porque a mí me gusta y paso de la opinión del resto, pero se te ve tan interesado, que me sentí en la obligación de preguntar.
-Solo intentaba descubrir qué partes de ti has puesto en ella -su respuesta me deja sin palabras. Pero solo por unos segundos.
-Las mejores partes están en mi habitación. Algo que tú -añado rápidamente al darme cuenta de que ha sonado como una invitación- no verás.
-Hoy -dice él.
-¿Qué?
-Algo que yo no veré hoy -me aclara.
-Ni hoy ni nunca, guapo -le replico, sirviéndole el café.
-¿Así que te parezco guapo? Interesante -muerde su labio y mi corazón palpita acelerado.
-No creas que eso va a funcionar conmigo, Archer -lo miro con cara de pocos amigos-. No soy ninguna mujer necesitada de atención que caerá a tus pies con unas pocas frases bonitas o algún juego de palabras. Cuando tú vas, yo ya estoy de vuelta.
-¿Por qué te pones a la defensiva? -su media sonrisa me repatea y todo lo que me hizo sentir con su primer gesto, se acaba de apagar de golpe-. Solo te he hecho una pregunta.
-Bébete el café y desahógate si lo necesitas -ahora mismo preferiría echarlo de mi casa-. A eso te traje a aquí.
Su rostro se ensombrece y me siento mal por haber sido tan brusca. Olvidé por un momento que su mejor amigo acaba de morir y no de una manera agradable precisamente.
-Lo siento -digo, realmente arrepentida.
-No es culpa tuya -niega, antes de beber de su café.
-¿Qué pasó? -me siento frente a él en la mesa y espero a que se decida a hablar, si se ve capaz.
Toma pequeños sorbos de la taza, con mirada ausente, como si ya no estuviese aquí conmigo. Tal vez esté rememorando el momento, porque puedo ver cómo se arruga su frente de vez en cuando. Siento el impulso de abrazarlo, tal y como me pasó en el bar, pero me quedo donde estoy. He decidido ofrecerle mis oídos y mis palabras de consuelo, no todo mi cuerpo.
-Nos conocíamos de toda la vida -comienza a hablar-. Nuestro sueño siempre fue trabajar juntos salvando vidas. No importaba dónde, mientras pudiésemos ayudar a los demás. Recuerdo que una tarde de verano a los... doce años, lo echamos a suertes y salió bomberos.
Aprieto mis labios con fuerza para no decir nada porque tengo la sensación de que se ha olvidado de que estoy aquí. Dejaré que lo suelte todo y se saque ese peso de encima que lo está consumiendo. Ya me las arreglaré después para darle unas cuantas palabras de ánimo y echarlo de casa antes de que me sienta responsable de su felicidad. No voy a pasar por eso de nuevo.
-Él era el sensato y yo el impulsivo -continúa-. Él me frenaba y yo lo alentaba. Formábamos un buen equipo, ya de pequeños, así que en el trabajo éramos imbatibles. Los mejores. Y no es que lo diga yo, sino que realmente lo éramos. Pero...
-Ocurrió el incendio -digo, al ver que se detiene y no parezca que vaya a seguir.
-Ocurrió el incendio -repite, enfocándome por un segundo-. Llegó el aviso de madrugada. El guarda de seguridad del polígono lo descubrió en una de sus rondas y nos llamó inmediatamente, pero para cuando llegamos, ya se había descontrolado. Solo pudimos frenarlo para que no alcanzase a los edificios colindantes. Se suponía que a esas horas no habría nadie dentro. Y mucho menos una niña.
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Christine (Saga SEAL 3)
AcciónArcher Black acaba de perder a su mejor amigo y se siente culpable por no haber podido sacarlo del edificio en llamas que se lo tragó. Mientras ahoga su culpa en alcohol, conoce a una atrevida, imprevisible y desesperante mujer que lo vuelve loco c...