Capítulo 7

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-¿Puedo pasar?

Zandra me mira con ojos soñolientos y me siento un miserable por despertarla a estas horas, pero no sé a dónde más ir. Necesito hablar y solo ella podrá decirme la verdad que no quiero oír.

-Son las cuatro de la mañana, Archer. Eres consciente de eso, ¿verdad? Cuando me prometiste que estarías siempre a mi lado, no creí que lo dijeses literalmente -una pequeña sonrisa escapa de sus labios a pesar de la reprimenda y se aparta para dejarme entrar-. Te invitaría a un café, pero no tengo. El médico me lo prohibió así que no lo compro para no caer en la tentación.

-No te preocupes, ya tomé uno hace poco -le digo.

-Tampoco tengo alcohol -puedo notar la crítica en su voz. Sé cuánto detesta que me emborrache cada noche.

-Solo necesito hablar. Y bueno, no tengo a nadie más.

Tampoco eso es mentira. Hace años que no me hablo con mis padres. Desde que les dije que sería bombero y que no trabajaría en la inmobiliaria familiar, en realidad. La discusión fue tan fuerte, porque soy su único hijo y esperaban que siguiese sus pasos, que me largué de casa con lo puesto y no volví por allí. Roger recogió mis cosas un par de semanas después, al comprender que no me convencería para ir yo mismo. Aún hoy preferiría haber perdido mis cosas antes que pisar esa casa nuevamente.

-Qué bonito -chasquea la lengua.

-No quise decir eso -creo que elegí muy mal las palabras-. Sabes que confío en ti y que serías la primera en la lista siempre. No...

-Solo bromeaba, Archer -se sienta en el sofá y yo hago lo propio a su lado cuando palmea el asiento vacío- ¿Qué ocurre?

-Me he acostado con una mujer y...

-Por dios, Archer -me interrumpe-. No me digas que me has despertado para hablarme de una de tus conquistas. Puede que a Roger...

-Me siento mal porque, por un momento, me alegré de no haber muerto yo en aquel incendio -le digo rápidamente, antes de que me arrepienta.

Sé lo duro que será para ella oír eso, sobre todo porque, por la cara que pongo, dejo claro que no es exactamente eso lo que pensé. Y me siento horrible por desearle, aunque solo hubiese sido por un segundo, la muerte a mi mejor amigo, solo por seguir vivo yo. Y un hipócrita también. Después de tantas noches llorando por él y por no haber ocupado su lugar, de repente, me alegro de ello.

-Lo siento -añado cuando ella no dice nada-. Zandra, soy un monstruo. Deberías retirarme la palabra desde ahora mismo. No merezco...

-Tiene que ser una mujer muy especial para ti -me interrumpe-, si ha conseguido que dejes de lamentarte por algo que jamás podrás cambiar.

-No es... ella no...

Pero no puedo terminar la frase porque mentiría. Sorprendentemente, Zandra tiene razón. Al menos en parte. Christine es la única persona que me ha hecho replantearme mi vida tal y como la estaba viviendo, con sus agudas y certeras palabras. La que ha logrado que vea el alcohol como la solución fácil y que me desprecie por usarlo tan cobardemente para acallar mis recuerdos. La que me ha hecho olvidar, aunque fuese solo durante unos minutos, la muerte de mi mejor amigo. La que consiguió hacerme vislumbrar la paz mental que ahora solo aspiro a ver de lejos. Solo por eso, ya debería considerarla especial.

-¿Es la camarera?

-¿Qué? -ahora estoy más sorprendido, si cabe.

-Me pareció que le molestaba demasiado que te fueses conmigo el otro día -se encoje de hombros.

-¿En serio? -creo que eso me gusta y se me escapa una pequeña sonrisa.

-Sabía que había algo entre vosotros -sonríe triunfante.

Christine (Saga SEAL 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora