𝐓𝐡𝐚𝐧𝐚𝐭𝐨𝐬: Θάνατος

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Hae, estas heridas no son por entrenar. — Dijo el hijo de Apolo. Mark se había fijado en todas las cicatrices que recorrían las piernas del pelinegro.

Haechan había llegado arrastrándose a la enfermería con una herida a traición causada por uno de los hijos de Ares. Le habían dejado tirado en el suelo medio desangrándose así que el hijo de Hades viajó por las sombras hasta la enfermería.

Allí Mark corrió a su rescate asustado por la gravedad de la herida.

Fue al quitarle la ropa manchada de sangre cuando se fijó en cada cicatriz que surcaba las piernas del pelinegro.

Era como un mar de heridas. Líneas rodeando cada zona de su piel.

El menor ocultó su rostro con su brazo. Solo quería ser curado y largarse de aquel sitio. Se sentía avergonzado, destruido y traicionado.

El hijo de Apolo solo supo callar

Quería que el menor estuviera a salvo pero no sabía cómo hacerlo.

Así que guardó silencio mientras el pelinegro se mataba poco a poco.


Los sueños del pelinegro habían parado. Recuerdos le invadía en su lugar.

Recuerdos de él matando a un hombre.

Ya no veía al chico rubio del que se había enamorado.

Ahora sólo veía sangre.

Cada día se olvidaba de él.

Recordaba cosas de las que solo quería olvidar.

Y temía no volver a recordar la sonrisa del su amado.


Por ello él se encerró en su propia mente. Hasta que un día no despertó.

Y nadie se fijó en ello.

Solo un niño que había crecido bastante.

Un niño que con 12 años continuaba durmiendo con su manta y tomaba chocolate con nubes.

Haehae, llevas ya dos días sin salir... Aunque seas un hijo de Hades necesitas moverte y comer. Si no despiertas en menos de 4 días no volverás a despertar...— Decía el niño en sus sueños.

—Estoy cansado, Jisung. Déjame en paz—

El niño estaba llorando, Jisung podía meterse en las mentes de las personas cuando estás dormían. Aunque estas solían estar sanos. Meterse en la mente del pelinegro fue más difícil.

Era como cruzar por un puente de una cuerda fina.

Jisung sabía que en cuanto se rompiera esa cuerda Haechan no volvería a despertar.

Y todo a causa de un chico rubio.

Porque Haechan tenía miedo de si mismo.

Cada día era más difícil no llorar.

Cada día era más difícil no derrumbarse.

La ansiedad le invadía

Y solo le calmaba los cortes que inundaban sus piernas.





Adiós.





Aquello era lo que más quería decir.

Pero se limitó a cortes.

Y más cortes


Para no caer en las manos de la muerte



Ni caer en las manos de su padre

𝐂𝐚𝐦𝐩𝐨𝐬 𝐄𝐥𝐢𝐬𝐞𝐨𝐬; 𝐓𝐚𝐞𝐡𝐲𝐮𝐜𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora