Chronos; Χρόνος

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¿Qué es más dulce que el sabor de la victoria?




Donghyuck se encontraba en un templo. Cualquiera diría que era el típico templo de cualquier Dios pero la enorme escultura que se regía al final de este indicaba que no era un templo cualquiera. Esta representaba un hombre de cabello largo y negro, sus ojos eran completamente blancos y un feliz de arena estaba situado en su mano. Aquel no era un dios, era un titán.

-Has tardado bastante, debiste escuchar más durante las clases que te dió ese inepto de Jaehyun. Esperaba más de él, pero me ha decepcionado más de lo que me decepcionante tú-
Cronos se mostró detrás suya. Era igual que la escultura sin embargo sus cabellos se encontraban recogidos en una cola y en vez de llevar túnica llevaba una armadura plateada.

-¿Qué es lo que quieres?- Donghyuck sentía como poco a poco su vitalidad se perdía, quería utilizar su poder para viajar por las sobras pero no podía. Sus piernas no se movían, su cuerpo no respondía.

-No seas estúpido niño. Sé que tus recuerdos volvieron cuando hice llegar a ese novio tuyo. Sé que recuerdas perfectamente como te crié y como aprendiste a usar esa espada, incluso si prefieres la daga de la estúpida de Perséfone- Donghyuck quería tapar sus oídos, quería no saber nada. Quería pensar que aquellos recuerdos no eran reales.

-Gracias a mí eres casi Inmortal. Yo te sumergí en la laguna Estigia. Yo sé que el tatuaje del sol está ahí para recordarte que ese es tu talón de Aquiles. Ese es tu punto mortal Donghyuck. Yo fui el único que te rescató cuando tú madre te dejó abandonado y tú padre te desechó al igual que él lo hizo conmigo. Donghyuck, tú eres él elegido. Tú poder no es sólo el que heredaste de tu padre, también recibiste el mío. Tú debes ser quien debe matar al traidor, es tu responsabilidad. Por su culpa los dioses estamos en conflicto, por su culpa hay una carrera armamentística. Niño, los tiempos de paz se acaban. Es tú momento de vengarte-.







-¡Donghyuck!-Haechan estaba en el suelo de su habitación. Taeil sostenía su cabeza y en sus manos se encontraba un poco de sangre. Al ver como el pelinegro volvía abrir sus ojos pudo volver a respirar con normalidad. -Dios mío, tus ojos se habían vuelto negros y una nube de humo te había envuelto. Era como si algo te estuviera atacando. Me asustaste.-

Al pelinegro le dolía mucho el pecho, le dolía aquella cicatriz que tenía en donde se encontraba el corazón. Sentía como si hubiera sido cortado con una guadaña. El más joven se incorporó y agarró su daga. Taeil estaba asustado, no comprendía aquella reacción de su pareja. Antes de que el rubio pudiera parpadear, se encontró en el suelo inmovilizado por el hijo de Hades. En ese momento Taeil supo que Donghyuck sabía algo.
Este agarró con fuerza la muñeca del mayor y su daga corto su bronceada piel.

Sangre dorada, icor. Taeil no era un semidiós, él era un dios.

-¿Quién eres?-


Haechan se desmoronó al lado del rubio, sus ojos estaban cristalizados y su pulso acelerado. Mil dudas y miedos se habían instaurado en su corazón.

-Eso da igual, soy alguien capaz de hacer cualquier cosa para protegerte. Haechan, no quería que lo supieras de esta forma. No quiero que esto haga que nos separemos. He visto a tu Cronos en mis sueños, no voy a permitir que te ocurra nada.-

Las dulces palabras del rubio podrían haber salvado su corazón en otro momento. Pero solo consiguieron nublar su mente. Él no quería ser como su abuelo pero aquello, aquel sentimiento de engaño hacía que su corazón explotara en llamas.

Taeil supo que no podría hacer nada en ese momento, solo podía dejarlo ir.
Él recuperó la memoria poco a poco gracias al pelinegro, solo faltaba que fuera capaz de contarle su pasado a aquella persona que tanto quería. Habían pasado tres meses desde que ambos se convirtieron oficialmente en pareja y en esos tres meses los únicos sueños que tenía Taeil eran sobre su pasado y todo lo que había olvidado.

O todo lo que los dioses le habían hecho olvidar, todo lo que le habían negado a recordar por el bien de los dos campamentos.

Taeil sabía que se avecinaba una guerrera. Sin embargo la mayor guerra ya había comenzado y era aquella para recuperar la confianza perdida con aquel chico que amaba.

El rubio se marchó después de curar la cicatriz que se había abierto en su pecho. No cruzaron ninguna palabra, ninguna sonrisa, ni ningún beso de despedida.

Simplemente se separaron sin decir nada. Taeil solo esperaría a que él volviera, sabía que lo haría y eso conseguía calmar el dolor en su pecho.

Las sombras de la habitación de Donghyuck eran siniestras, él nunca lo supo pero desde la distancia una chica siempre le observaba. Una chica que extrañaba a su hermano y que nunca pudo obrar.

Por el equilibrio del destino, Sunhee se mantuvo en aquel lugar viendo como su hermano caía en el pozo de la verdad. Al saber que aquello que su abuelo le había dicho era real, al saber que él era el punto clave para lo que vendría.



Haechan




Sé había vuelto




Un arma



Letal

𝐂𝐚𝐦𝐩𝐨𝐬 𝐄𝐥𝐢𝐬𝐞𝐨𝐬; 𝐓𝐚𝐞𝐡𝐲𝐮𝐜𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora