𝐇𝐞𝐥𝐢𝐨𝐬; Ηλιοσ

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Taeil era muy extraño.

El rubio fue reconocido como hijo de Apolo aunque con ver sus ojos y su pelo ya es evidente.

Los chicos del campamento intentaron comerle la mente diciendo verdades sobre Haechan.

Contándole que una vez hizo despertar a todos los muertos del campamento...

Cuando separó el alma de un chico de su cuerpo...

Cuando abrió una brecha por todo el suelo del campo de fresas al enfadarse con una Nereida...

También contaban rumores sobre como el pelinegro asesinó a toda su familia sin una pizca de emociones.

O de como el era capaz de romper en mil pedazos a sus amigos como hizo con Jaehyun.

Taeil escuchaba todo lo que le advertían de él. Aunque sabía que muchas cosas no eran ciertas. Algo en el fondo de su corazón le pedía que no les creyera.

Sabía que aquel chico que actuaba borde necesitaba ayuda. Necesitaba alguien en quien confiar para ser quien verdaderamente era.

Algunas veces se preguntaba de donde había sacado la daga que siempre llevaba. El filo era de color negro y el mango rea plateado con piedras preciosas incrustadas en el centro. Según pasaba el tiempo se fijó que estás cambiaban el color aleatoriamente entre rojo y negro.

Algunas veces se preguntaba cómo el pelinegro había aprendido a luchar de esa forma. Ni siquiera empleaba su poder solo se basaba en la fuerza y observación. Con un chasquido de dedos el rival se encontraba a los pies del alto.

Y otras veces se preguntaba que clase de relación mantenía con un hijo de Nix que había en el campamento. Ellos se trataban como desconocidos durante gran parte del tiempo pero en los días de Luna llena se reunían siempre en el techo de la cabaña de aquel chico. En aquellos días o cuando uno de los dos se sentía peor de lo que ya estaban.

—¿Nunca me vas a hablar de ti mismo?—

Acostados sobre el campo de fresas sus cuerpos eran ocultos por las matas verdes. Se encontraban cerca y a la vez muy lejos el uno del otro.

El pelinegro se encogió de hombros y miró fijamente al de ojos azules.

—Tú tampoco me has hablado de tí. Primero deberías conocerte y después interesarte en los demás.—Aquello dolió, Taeil sintió como una de las flechas que él solía lanzar se clavaban en su propio corazón.

—Pretendes que me conozca pero no tengo ningún recuerdo, no sé nada de mí. Lo único que sé es que tú estás en mi mente desde el primer día que llegue. Es como si ella estuviera creada para solo pensar en ti. No cabe nadie más dentro de ella, ni siquiera puedo estar yo mismo. Comer, reír, vivir... Siento que no son importantes si tú no existes. Es como si tú mente estuviera en mi cuerpo. Y eso hace que algunas mañanas solo quiera morir al no poder quererme ni a mí mismo porque solo tengo espacio para ti.—

Haechan era un veneno.

Capaz de matar a las más bellas personas. Dulce y adictivo pero a largo plazo mortífero.

Y por ello solo deseaba alejarse de Taeil. En cualquier momento terminaría por matarlo y Haechan solo deseaba poder estar en sus brazos.

Porque en el fondo solo era capaz de pensar en el rubio. Solo quería estar  junto a él y observar cada detalle del rubio mientras se tiraban los días en el prado iluminados por el sol veraniego. Solo quería probar el dulce sabor de él, comprobar que todo lo que había soñado. Por las noches el dolor se apoderaba de él y solo buscaba arrancarse el corazón. Su alma pedía estar junto al chico rubio y su mente solo le pedía una cosa:

Alejarse.

Aquel día Taeil vio llorar a Haechan por primera vez.

𝐂𝐚𝐦𝐩𝐨𝐬 𝐄𝐥𝐢𝐬𝐞𝐨𝐬; 𝐓𝐚𝐞𝐡𝐲𝐮𝐜𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora